El poeta Constantino Cavafis se pregunta Qué queda de la noche en una novela

El sentido oscuro y universal de la obra de Constantino Cavafis (1963-1933) se sintetiza en la novela Qué queda de la noche de la también poeta griega Ersi Sotiropoulos (Patras, 1954). Su argumento se extiende a lo largo de los tres días que el autor de poemas como “Ítaca” y “Esperando a los bárbaros” pasa con su hermano John en París durante el año 1897, en plena efervescencia de la Belle Epoque. En ese tiempo Sotiropoulos construye un rito de paso entre la condición de poeta y la de genio. En el contexto de la enorme influencia cultural que Francia ejerció sobre el resto de Europa durante el siglo XIX, dos grandes temas sugiere la novela: la autoconsciencia de la homosexualidad del autor y su búsqueda de un lenguaje moderno propio donde se integre el legado clásico. Y las resoluciones de sus búsquedas son verdaderas lecciones para el lector. “Al final la novela o el poema es aquello que se inscribe en lo más hondo, lo que te deja una impronta y cuando ya se te ha olvidado la trama, quién hizo qué, te queda el «sabor»; sí, es algo como un sabor… El poema requiere, cómo decirlo un tête à tête”, piensa Cavafis en esta novela que Premio Mediterráneo de Literatura 2017.

Qué queda de la noche es la séptima novela de Sotiropoulos, que también ha publicado el poemario Fuga, tres colecciones de nouvelles y una telenovela. Su obra más conocida hasta la fecha Zigzag entre los naranjos amargos fue galardonada con el Premio Nacional de Literatura y el Premio Nacional de la Crítica en Grecia.

 

El hombre y el poeta.

El individuo en la treintena que muestra el libro está marcado por la vacilación. En lo personal, su ánimo está suspendido entre el titubeo resultado de la incapacidad de consumar sus impulsos homoeróticos en una sociedad que los considera enfermos. “Se percató de que era imposible aislar el día, arrancarlo de la noche, porque lo que había escrito seguía escondido en ella”, recuerda el protagonista sobre sus incursiones sexuales nocturnas: “Era anoche delante de la puerta cerrada. Cuando su deseo por el joven bailarín había rozado el éxtasis, cuando el menor detalle podía volverse, se había vuelto símbolo de adoración”. Y en su obra la desazón tampoco cede.

«Al final la novela o el poema es aquello que se inscribe en lo más hondo, lo que te deja una impronta y cuando ya se te ha olvidado la trama, quién hizo qué, te queda el «sabor»; sí, es algo como un sabor»

Constantemente lo ataca la inseguridad sobre su literatura. Ya siente la pulsión del poderoso mundo poético que conformará su obra, unos 154 poemas que corrigió una y otra vez durante toda su vida, razón por la cual publicó poco y su influencia comenzó luego de su muerte. Un pasaje más o menos jocoso en Qué queda de la noche muestra cómo el autor nacido en Alejandría —igual que la mayoría de los poetas de su tiempo— configuró su obra, incluso su propio talante artístico a partir de los modelos literarios franceses. Durante una conversación con su hermano John; Nicos Mardaras, secretario del poeta simbolista griego Jean Moréas, y una noble de origen griego que llaman “Madame la comtesse”, Cavafis se pierde en sus pensamientos cuando escucha que hablan de la poesía de Arthur Rimbaud, quien desde los 19 años se dedicó a viajar por el mundo convirtiéndose el paradigma del escritor aventurero. “La cuestión es quién puede escribir mejor poesía, pensó, ¿él o el otro? ¿Él, con su vida tranquila, inclinado sobre su escritorio, apocado, con la mente encendida por el deseo y las fantasías más salvajes, fantasías que nunca habrá de realizar y lo sabe, o el otro, que se arroja a la vida sin ningún freno, que la provoca, despreocupado, como en un duelo temerario, jugándose a cara o cruz hasta su propia perdición? ¿Quién de los dos llegará a ser mejor poeta?, se preguntó y en el mismo momento se dio cuenta de que el otro era Rimbaud y que se había colocado a sí mismo, con sus diez poemillas, frente a él; se había atrevido a concebir semejante comparación.”

Qué queda de la noche muestra cómo sus preocupaciones estéticas y sociales convirtieron a Cavafis en un poeta universal; su mayor acierto es el momento que Sotiropoulos escoge para referirse a estos asuntos. Porque la autora no escoge la madurez intelectual del poeta sino el momento de sus dudas. Cuando no es otra cosa si no un ser humano, todavía no una leyenda.

 

Michelle Roche Rodríguez (@michiroche) es narradora, periodista y crítica literaria. Es autora del libro de relatos Gente decente (Premio Francisco Ayala, 2017) y del ensayo Madre mía que estás en el mito (Sílex, 2016). Su página web es http://www.michellerocherodriguez.com

En el video que acompaña esta reseña José María Pou hace una lectura de «Esperando a los bárbaros» de Constantino Cavafis. Fue grabado en la sede de la Fundación Juan March el 29 de octubre de 2015. Para conseguir más información sobre el evento o sobre la institución cultural puede conectarse a su página web aquí.

 

 

Tags:
0 shares

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *