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Andrea Zurlo recuerda la violencia desde la niñez en El reposo de la tierra durante el invierno

Cuando somos niños, el mundo se ve de manera distinta. De hecho, gran parte de nuestros recuerdos están distorsionados debido al cambio de perspectiva entre la niñez y la madurez. Cuántas veces no nos ha pasado que una estancia la recodábamos más grande o una ventana más alta de lo que nos parecen cuando las volvemos a ver. Incluso es posible que estas evocaciones tengan agregados irreales que idealizamos, pero que necesitamos para poder completar aquellas remembranzas poco nítidas. ¿Cómo construir la propia vida a partir de esas levísimas improntas del pasado? ¿Cómo hilar la vida de una familia con estos fragmentos? El reposo de la tierra durante el invierno de Andrea Zurlo se refiere a esto. La novela finalista del Premio Planeta 2016 tiene como narradora a la propia protagonista, quien cuenta sus memorias y nos acerca a la vida de una familia que desde finales de los años sesenta hasta comienzo de los ochenta, una etapa convulsa en Argentina.

La historia gira entorno a un pequeño núcleo familiar integrado por los padres y dos hermanas: la protagonista/narradora del relato y Ana, su hermana mayor. Cuenta los días de colegio del personaje principal, los problemas matrimoniales de sus padres, su relación con sus mejores amigas, con otros parientes cercanos y con Tomás, su primer novio, vivencias que discurren paralelamente a la historia reciente del país A través de los recuerdos de la narradora, el lector se puede adentrar en el sórdido contexto político-social de la época, a través de ese lenguaje naíf propio de la niñez, una mirada que evoluciona conforme el personaje entra en la adolescencia. Finalmente, ciertos sucesos le harán entrar de golpe en el mundo de los adultos.

La familia y la historia.

Gracias a esta estrategia narrativa uno puede conocer el contexto salvaje que vivieron algunas generaciones de ese país suavizados en los ojos pueriles del personaje principal, lo que produce un efecto amortiguador, haciéndolos más llevaderos. La novela parte a finales de la década de los años sesenta, años después de la llamada Revolución Libertadora de 1955 que derrocó el gobierno de Juan Domingo Perón a través de una dictadura cívico-militar. Entonces se implantó un terrorismo de Estado donde hubo fusilamientos de civiles y militares hasta que, después de 17 años de exilio en España, Perón vuelvió al país, y a la presidencia a través de Héctor José Campora. Duraría poco tiempo pues Perón murió en 1974 y quedó en su cargo su segunda esposa, María Estela de Perón, conocida como Isabelita. Dos años después comenzó el Proceso de Reorganización Nacional, otro golpe de Estado, después del cual se sucedieron hasta 1983 las dictaduras de José Rafael Videla, Roberto Eduardo Viola, Leopoldo Fortunato Galtieri y Reynaldo Bignone, causando un saldo de más de 30 mil desparecidos.

La sutileza narrativa de Zurlo solo revela retazos de la historia en la vida de una familia acomodada venida a menos dada la vorágine de los violentos sucesos del país. Quizá por esta razón el texto está bañado de melancolía. La narradora tiene la sensación de que los primeros años de su infancia fueron felices: “yo añoraba el pasado”. No porque se vivieran tiempos de estabilidad, sino porque entonces la protagonista todavía tenía una familia unida, sus padres se querían, la relación con su hermana era llevadera, e incluso, el colegio religioso al que asistía le brindaba una aparente felicidad a lado de sus amiguitas. Por parafrasear a Miguel Hernández, el odio se amortiguaba detrás de la ventana de ese apacible hogar.

Pero el odio terminó por colarse y los tiempos revueltos pasaron factura.

La sociedad y el miedo.

La novela habla del miedo de la sociedad, que vivía como en “una guerra que no era una guerra”, en “un combate oculto y sucio”, según dice la narradora, que lo vive todo como un cúmulo de prohibiciones. Ya no se le permite salir a la calle con tranquilidad. A cada paso que da encuentra una advertencia. La idea de una bomba, una manifestación violenta, el peligro que las mismas autoridades militares significaba; todo se convierte en una amenaza. Desde el golpe de estado la vida de la familia y de todos está controlada. En palabras de la narradora: “Nos creíamos libres, simplemente ignoraba lo que era serlo”.

El reposo de la tierra durante el invierno nos muestra también las desigualdades sociales. El núcleo de la narradora es uno privilegiado: las niñas van a un colegio religioso y privado. En una escena, siendo ya la protagonista adolescente, sale de paseo con algunos amigos de su instituto y se encuentran con unos chicos de piel oscura que “vestían ropas modestas y llevaban zapatillas agujereadas, no los mocasines a la última moda de los nuestros” y terminan enfrentándose. Cuando aparecen los militares “al instante sabían a quién debían castigar”. Así que el libro también trata de los invisibles y de esa “pobreza congénita”.

El reposo de la tierra durante el invierno es una obra dinámica, con intriga mantenida por el mismo desconocimiento de la protagonista sobre la realidad que le rodea y donde el lector tendrá que juzgar si esa mirada hacia atrás es una catarsis por la vida que le ha arrebatado un gobierno facineroso o una añoranza por ese pasado que no fue.

R.III

Ramón Ortega (tres) (@RamonOrtegatres) es escritor, profesor y especialista en antropología de la salud, historia y filosofía de la medicina, comunicación médico-paciente y bioética. Es doctor en Filosofía de la Ciencia por la Universidad Complutense de Madrid. Ha publicado artículos de diversos temas (literatura, filosofía, divulgación científica, ficción, etc.) en distintos medios, una compilación de relatos titulada Un gran salto para Gorsky. Su blog es Cuando el hoy comienza a ser ayer.

 

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