Adam Zagajewski: En la belleza ajena, memorias de la epifanía y la sublimación
“Nacimiento de un escritor: un hombre joven, educado en la fe católica, experimenta un descubrimiento deslumbrante: de pronto empieza a comprender que, al rezar, no necesariamente debe repetir las palabras de una oración, escritas en un devocionario, sino que puede rezar con ‘palabras propias’. Él mismo puede componer una oración. Él mismo puede componer las palabras”.
La cita que encabeza esta reseña se encuentra entre las primeras páginas de En la belleza ajena, una publicación que está a medio camino entre un cuaderno de notas de oficio y las memorias de un escritor, firmada por el poeta, narrador, ensayista y traductor polaco Adam Zagajewski. Esa cita es quizá uno de los momentos más importantes del libro porque sirve de evidencia para la búsqueda fundamental de toda su obra: la necesidad de un sentir, más cercano al de los antiguos místicos que al de los intelectuales contemporáneos, de “la capacidad fundamental de experimentar el milagro del mundo, de descubrir la divinidad en el cosmos y en otro hombre, en una lagartija y en las hojas de los castaños, de asombrarse y de quedar sumido por un largo instante en ese asombro”.
En lo sublime, piensa el galardonado este año con el Premio Princesa de Asturias, se expresa la sensación de integridad, de pertenecer al espacio y al tiempo que desmantela la soledad del individuo. Y el poema ofrece discontinuidad, apenas fogonazos de esa totalidad que solo a veces puede apuntar a lo divino: “puede compararse con los fragmentos de una línea curva; en un primer momento, nada promete ahí totalidad ni consecuencia. Sólo después resulta (…) que esos fragmentos son trozos de una circunferencia y que con un poco de suerte y atención se puede desde ellos trazar radios que tiendan al centro”.
La totalidad y lo bello.
La epifanía es el vehículo para encontrar la esquiva sensación de totalidad. Por eso está presente en la poética de Zagajewski, en la epifanía se interrumpe el tiempo y se ofrece un momento de intensa profundidad, allí una voz serena balancea lo sublime y lo cotidiano. Por eso es “ajena” la belleza a la que se refiere el título del libro. Porque el sentido que propone ese adjetivo no es el de algo impropio o que pertenece a otra persona; nadie tiene potestad sobre lo sublime. Se refiere a lo distante, al largo recorrido que deben hacer tanto el poeta como el lector de poesía para llegar al lugar de elevación extraordinaria en que la sensación de totalidad describe lo bello.
En la belleza ajena la preposición es fundamental. Porque ese “en” indica dónde, cuándo y cómo se realiza lo expresado por el verbo. Y puesto que el título no enuncia acción, nos remitimos a los dos verbos fundamentales de la lírica del hombre que desde 1989 es profesor invitado de la Universidad de Houston: buscar y entrar. “Buscar” los momentos de intensidad en la discontinuidad del poema. “Entrar” en la totalidad como en una circunferencia construida de líneas curvas y ubicarse en un lugar equidistante a cada punto. Y puesto que el lugar, el tiempo y la manera en que Zagajewski busca la entrada a la totalidad solo pueden relacionarse con su experiencia personal, una gran parte del libro editado por Pretextos se refiere a sus inicios en la literatura, enmarcados en la década de los años sesenta cuando estudió en Cracovia, una ciudad cuya gente estaba agobiada bajo el peso del comunismo y del pasado, en una época que necesitaba con urgencia autores con un compromiso político donde se rechazara la realidad falsificada que la ideología del partido al mando ofrecía.
Puede que, como señala en este libro, al escritor polaco le irrite haber debutado en la escena lírica de su país con una poesía política, al estilo del grupo de la generación de 68 al que perteneció. Pero el desenmascaramiento que hace su obra de las falsas verdades debe mucho a esa primera época, a su total descrédito de las utopías, que le permite ver más allá del disimulo. Por eso, las 248 páginas de este libro son más que una defensa y una meditación sobre la poesía salpicada con frases que tienen la brillantez del aforismo; reproducen perfiles de personas y de ciudades, así como impresiones del autor sobre la literatura, la música y la plástica, son el cúmulo de perspectivas que configuran el intelecto de Zagajewski. En la belleza ajena es su biografía lírica, con los aciertos y errores de su vida resumidos en el más excelso anhelo de un poeta: la totalidad de lo sublime.
Michelle Roche Rodríguez (@michiroche) es narradora, periodista y crítica literaria. Es autora del libro de relatos Gente decente (Premio Francisco Ayala, 2017) y del ensayo Madre mía que estás en el mito (Sílex, 2016). Su página web es http://www.michellerocherodriguez.com