En su centenario, Gloria Fuertes ajusta cuentas con la memoria
Han tenido que pasar cien años desde que naciera Gloria Fuertes (1917-1998) para que su obra fuera tomada en serio. Su figura mediática, ensanchada por su incesante actividad con los niños, tejió un velo ante los ojos de la crítica, que nunca contempló su poesía adulta. Jorge de Cascante, que ha elaborado El libro de Gloria Fuertes donde aúna vida y obra, asegura que “su vida no casaba con la imagen que transmitía en televisión”. Ahora que casi toca su final el año de su centenario puede decirse que la campaña promovida en favor de la reivindicación de Fuertes ha dado sus frutos. Publicaciones de libros con su poesía olvidada, exposiciones en homenaje a su figura, talleres dedicados a su obra, paseos, excursiones, notas de prensa y sobre todo la intención de unos pocos —casi nunca las instituciones— de dignificar no solo una figura literaria.
El ostracismo al que fue sometida su poesía más seria ha desatado un fenómeno de reivindicación por parte de las escritoras vivas del momento. El artículo de Javier Marías donde explicaba su derecho a que no le gustara la poesía de Fuertes tuvo una respuesta masiva y viral en las redes. El centenario de su nacimiento la ha convertido en un adalid de la lucha por la igualdad en España—renegaba del término “poetisa”—, respaldada por mujeres y hombres que consideraron que su obra merecía un lugar de reconocimiento mucho más alto que el que ostentaba. En vida, la poeta de Lavapiés no ocultó su homosexualidad, basta que en sus poemas las referencias aparecieran entre líneas por la actitud castrante de la época. Su primer amor, la profesora inglesa Phyllis Turnbull, con quien fundó una biblioteca infantil ambulante que se propuso como objetivo paliar el analfabetismo de los niños, murió en 1971 por culpa de un cáncer. La desaparición de Turnbull, que consiguió la beca con la que Fuertes pudo impartir clases de literatura durante tres años en universidades de Estados Unidos, marcó su vida.
“Muerte es que no nos miren los que amamos,
muerte es quedarse solo, mudo y quieto
y no poder gritar que sigues vivo”
Aunque nos muriéramos al morirnos
No obstante, su poesía, aunque de línea clara, siempre había sido profunda, con referencia, a veces, al suicidio. Su infancia fue difícil —“No tengo nada que agradecer a mi familia”, dijo en una ocasión, pues es sabido que su madre la pegaba cuando la veía leyendo un libro—, lo que influyó para que su carácter empatizara pronto con los niños. El Premio Internacional de Literatura Infantil Hans Christian Andersen conseguido en 1975 por la obra Cangura para todo y su participación en programas de TVE como Un globo, dos globos, tres globos terminaron por encumbrarla como la escritora de literatura infantil más importante del siglo XX. Esto condicionó que su poesía adulta se desvaneciera ante la crítica profesional —a su muerte, los telediarios sólo se hicieron eco de su partición en Un globo, dos globos, tres globos—, por más que figuras tan prestigiosas como Jaime Gil de Biedma o Camilo José Cela la respaldaran.
Fuertes siempre se tomó todo con humor —quería ser el Charlot de la poesía española— y cuando le preguntaban por la posibilidad de ser académica, respondía con cinismo que eso era “cosa de hombres”. Su carácter iba ligado al optimismo y la esperanza —“lo difícil me atrae, es mi bandera”, rezaba uno de sus versos—, y entre güisqui y tabaco completó una vida sin odios, aunque siempre con la conciencia de la dureza de su pasado: “A los nueve años me pilló un carro / y a los 14 me pilló la guerra”. Hasta que en 1998 le detectaron cáncer de pulmón, sus últimos años fueron de intensa actividad: lecturas, entrevistas, homenajes, apariciones en prensa y también visitas a colegios, porque consideraba que “un niño con un libro de poesía en las manos nunca tendrá de mayor un arma entre ellas”.
El centenario de su muerte ha sido un ajuste de cuentas con el escaso reconocimiento que había tenido hasta ahora. Su figura mediática, evidenciada en los libros que vendió y los auditorios que llenó, había eclipsado su obra poética. Pero 2017 la ha resucitado, por más que en su epitafio ella diga lo contrario: “Yo creo que lo he dicho todo / y que ya todo lo amé”. No estaba todo dicho, y ahora hay más gente que la ama.
Jaime Cedillo (@JaimeCedilloMar) es periodista, músico y poeta. Colabora con El Cultural, publicación del diario El Mundo y con otros medios de comunicación. Se graduó en Periodismo y Comunicación Audiovisual por la Universidad Rey Juan Carlos I y cursó el Máster de Crítica y Comunicación Cultural de la Universidad de Alcalá de Henares.