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El corazón-coraza de Anna Gavalda: a propósito de “A corazón abierto”

Quien teme llamar corazón al lugar desde donde parten sus sentimientos y le llama tripas lo está subyugando a la visceralidad, no quiere desgajarlo de un espacio que nos recuerda a la carne y al matadero. A corazón abierto de la escritora francesa Ana Gavalda (1970) es un libro que recoge siete historias donde encontramos diferentes tipos de amores con finales certeros, reales, que nos hacen querer recuperar la lectura de toda la historia una vez acabada. La fotografía, pues, a través de la cual podemos comparar el efecto de estas historias, encaja con el concepto que hace Cortázar de un buen cuento: y a manera de explosión nos muestran una realidad que se escapa del lente.

El título original, sin embargo, no nos remite a ningún corazón, al menos directamente: Fendre l’armure vendría a significar algo así como despojarse de una armadura (romperla y desvelar sentimientos), y es precisamente en una de las historias de este libro, quizá la capital: “El soldado de infantería”, donde se equipara este aligerarse-desmaquillarse con el hecho de temer llamar a los dominios del corazón por su nombre. “Derretido drenado disuelto decapado”, afirma la voz protagonista como monólogo que se sirve de letanías. La cobardía que impide señalarse el corazón es su problema. Y la historia nos señala cómo incluso en seres que consideramos fríos, “monstruosos”, puede albergarse una persona a punto de explotar, con ganas de depositar todo ese amor en quien lo reconozca como a un igual, aunque no se hablen, aunque la conexión venga de algo tan aleatorio como unos zapatos brillantes. Despojarse de armaduras es perder la pose perfecta, ir descalzo, tender a la simplificación, es decir: “Madre, tengo un amigo. Se llama Louis, es muy simpático y baila claqué”.

 

Amor y amores.

“El amor cortés” es la primera historia y es narrada en boca de una joven. Cuenta cómo se siente al ilusionarse con un muchacho que vendría a hacer las veces de trovador en nuestra era de millenials. En “La clandestina” asistimos a una confesión de una amante, (o de una querida, más bien, y Gavalda se encarga de distinguir ese carácter de agente pasivo que denota el término para la mujer: “Mi amante, mi apuesto amante, como en la canción de Bruel. Un amante siempre es sexy, pero una querida… La sola palabra ya suena casposa y rancia. Una querida caduca y enseguida se convierte en un estorbo. Es tan injusto…”), que se autoconfina en esa clandestinidad porque ha sido una reclusa toda su vida: “Estás ahí y no sirves para nada. Y la vida no sirve para nada. La vida está en otra parte. La vida transcurre en otra parte”. La siguiente historia “Mi perro se va a morir” habla de la libertad tras la pérdida y la reconciliación con el mundo a través de una rehabilitación totalmente inesperada. Salir del hoyo, en boca del protagonista. Algunos sienten el agradecimiento así, con esos recuerdos encadenados y conectados hacia el agente que les ha permitido esa reinserción vital (el amigo Louis en “El soldado de infantería”, o el perro en este caso). Otros hablan de un aligeramiento a través de la confesión. Es lo más parecido a una catarsis, el proceso que experimentan todos estos personajes. “Happy Meal” nos confunde, la admiración de la voz protagonista hacia la joven, la descripción de cada detalle y la simplicidad de las palabras de aquella, nos refrescan en un tipo de amor que destaca, también por contraste, con el resto de historias. Otra que tiene un punto en común con ésta es “Mis puntos de vida”, jugando con el paralelismo entre el muro que se encarga de evaluar un perito y su propia familia. Y, finalmente, tenemos “Un chaval”, un cuento sencillo, que nos deja a nosotros la capacidad de elección.

“Estás ahí y no sirves para nada. Y la vida no sirve para nada. La vida está en otra parte. La vida transcurre en otra parte”

El mundo de Gavalda en este conjunto de historias (que no están exentas de referentes e intertextualidad, por ejemplo, la analogía entre una de las amistades narradas y la que existió entre Marcel Proust y Paul Morand) pretende ser una apertura hacia el motor, lo que nos mueve, mostrándonos de cerca cómo es que los sentimientos se desbocan y nos llevan a condicionar todos los actos de nuestras vidas: “esta bomba, este motor”; llega a decir uno de estos protagonistas, intentando delimitar el origen de su inestabilidad en el punto en que llega a temblar su vida, para poder definirse otra vez y asentarse. Gran ejercicio el de abrirse, horadar la armadura para exponerse y decir la palabra “corazón”, que tanto cuesta.

 

María Elena Blay (@infausta_) es filóloga y doctora en Estudios Hispánicos Avanzados. Como poeta ha publicado dos poemarios con ojosonambulo (Lima) y con Biblioteca C y H (Barcelona). También se dedica a la crítica literaria en su canal de Youtube y en su blog www.infausta.blogspot.com

 

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  1. Victoria
    1 junio, 2018

    Extraordinaria reseña! Da en el clavo con la lectura que buscaba. Sin duda iré a por el libro. Muchas gracias.

    1. Colofón Revista Literaria
      4 junio, 2018

      Muchas gracias por compartir su comentario con nosotrxs. ¡Esperamos que disfrute mucho su lectura!

    2. Colofón Revista Literaria
      4 junio, 2018

      Muchas gracias por compartir tus impresiones por este medio. Valoramos mucho tu comentario. Te invitamos a que te suscribas a nuestro boletín con el objeto de que te lleguen nuestros artículos todas las semanas.

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