Cuando Scherezade cuenta la verdad: Sexo y mentiras de Leila Slimani

Scherezade por fin muestra su lado más sexual. El libro más reciente de Leila Slimani es un compendio de testimonios sobre las relaciones íntimas en el Reino de Marruecos. Como Scherezade, pero sin tapujos, Sexo y mentiras: Vida sexual en Marruecos presenta una veintena de testimonios de mujeres musulmanas sobre los resultados que la falta de libertad sexual tiene entre los magrebíes. Donde la narradora de Las mil y una noches presentaba cuentos para evitar que el sultán la matara, las marroquíes que apelan contar su propia vida.

El resultado no es bonito.

En un mundo globalizado y donde la diversión popular se concentra en la rápida y horizontal comunicación en redes sociales, la doble moral sobre el sexo lo convierte en la “ciega obsesión” de esa sociedad. Una cultura que Slimani describe como “rehén de los religiosos y del patriarcado” no sabe sino reproducir violencia. Por esa razón, los testimonios abundan en anécdotas de matrimonios infantiles, violaciones, prostitución y ataques a la homosexualidad. Lo más interesante del libro es que resiste la tentación moralizadora o el tratado sociológico en virtud de relato periodístico: la recolección de testimonios. Por eso es un documento valioso para la lucha feminista en el mundo árabe en general y en Marruecos particularmente. “Quise que se oyeran esos fragmentos de vida, a menudo dolorosos, en una sociedad en la que muchos hombres y mujeres prefieren mirar para el otro lado. Al contarme sus vidas, y aceptar romper tabúes, esas mujeres me enseñaron que sus vidas importan. Cuentan y deben contar. A través de sus confidencias, quisieron romper su aislamiento”, escribe la autora nacida en Rabat en 1981.

 

Patriarcado y silencio.

Lo que impresiona y duele de la colección de declaraciones publicada por Slimani y traducida al castellano por Malika Embarek López para la editorial Cabaret Voltaire es el desparpajo con que cada mujer narra su desgracia. Los ejemplos abundan. Z’hor perdió la virginidad cuando la violaron tres hombres al salir del instituto, pero su mayor temor era la reacción que tomarían sus padres contra ella —“[una vez papá] se puso furioso porque dos de mis muñecos de peluche estaban abrazados en una actitud que le pareció inadecuada”, cuenta—. Una niña de Kenitra, al norte de Marruecos, llamó al programa Te escuchamos de Hit Radio para pedirle a los locutores, entre ellos Faty Badi, que hablara con su marido para que la dejara asistir a la escuela. La habían casado con un amigo de su padre a los 13 años. “Veo películas porno, deseo gustarle, pero él no quiere tocarme”, recuerda Badi que decía la niña.

“La lucha feminista de la época de nuestras madres se ha quedado sin aliento, y nadie ha tomado aún el relevo”

Faty Badi

El desembarazo con que las mujeres hablan de las agresiones con diversos grados de violencia a las que han sido sometidas por hombres, otras mujeres, o por la estructura más o menos oculta del estado patriarcal puede leerse como el resultado de una voluntad de visibilizar el problema, pero también como un resultado “esperado” de esa sociedad. Porque lo único que parece levantar la indignación allí son los llamados ataques contra la moral: el adulterio, la homosexualidad o la pérdida de la virginidad antes del matrimonio. Las reacciones encarnizadas en la prensa magrebí que sacan esos escenarios evidencian del doble rasero impuesto por el machismo dominante. Por eso resulta especial interés el caso de dos sexagenarios, Fátima Neyar y Mulay Omar Benhamad, a quienes la policía sorprendió en una “postura sexual” cerca de una playa de Mohammedia. Sí, en Marruecos la policía se ocupa de esas cosas; de hecho, los detuvo por el “flagrante delito de adulterio”. Lo interesante del caso no es la detención, que ocurre mucho en ese país, sino que ambos eran figuras destacadas del Movimiento de la Unidad y la Reforma, que Slimani define como “la rama ideológica del partido islamita PJD [Partido Justicia y Desarrollo]”. Ellos, que constantemente se declararon combatientes contra “el vicio y la depravación”, vivieron en carne propia la humillación que infligían a otros. Slimani termina la anécdota con una reflexión lastimera sobre la penosa situación de dos sexagenarios que tuvieran que esconderse para tener intimidad.

“La situación de miseria sexual es un freno a la construcción del individuo y del ciudadano”

Leila Slimani

Sexo y mentiras: Vida sexual en Marruecos recuerda que los derechos sexuales son también derechos humanos y que no pueden considerarse modernos los estados árabes hasta que las mujeres no sean iguales a los hombres, en primer lugar, ante la ley. El o la occidental que lea este libro descubrirá por qué el sexo es la encrucijada de las luchas de poder entre hombres y mujeres y, por desgracia, no hará pocas comparaciones con las situaciones que se viven en mucho países de Occidente.

 

Michelle Roche Rodríguez (@michiroche) es narradora, periodista y crítica literaria. Es autora del libro de relatos Gente decente (Premio Francisco Ayala, 2017) y del ensayo Madre mía que estás en el mito (Sílex, 2016). Su página web es http://www.michellerocherodriguez.com

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