Detective que oye boleros de Pancho Madrigal: género negro y cultura popular
Pancho Madrigal (Guadalajara, 1945) es reconocido en México como uno de los compositores y cantantes contemporáneos más importantes de la cultura popular de ese país. Autor de la conocida pieza “Jacinto Cenobio”, los temas de su repertorio musical abordan asuntos de la cotidianidad, en los que explora sonoridades del son y el corrido, entre otros ritmos. Este trovador tapatío también es pintor y escritor de cuentos y novelas; entre las obras que ha publicado se encuentran El perro soñante y otros cuentos (2013), Guasanas. Fabulario de la abuela (2014), El arbolón de las brujas y un pilón de cuentos más (2015), Tambache de cuentillos panicosos (2015), y Voces que vienen de entonces. Tristuras, pasiones y lunerías (2016). Textos que, al igual que su ejercicio musical, apuntan con humor y ojo crítico al folclore, la idiosincrasia y el día a día del común mexicano.
A finales del año pasado, Ediciones Arlequín publicó su reciente libro, Detective que oye boleros, una divertida novela que mezcla literatura, música, cine, ciudad y gastronomía, que narra la historia de Juan Sánchez, un tapatío que decide dejar su trabajo para intentar concretar su anhelo de ser detective. Una trama que tiene como antecedente un relato del autor llamado “El perro soñante”, incluido en el volumen El perro soñante y otros cuentos.
Detective que oye boleros está narrada por el propio Juan Sánchez: un moreno de 40 años recién cumplidos, soltero, “de baja estatura y sobrado peso”, es decir, 1,60 metros de estatura y 85 kilos de peso, que vive en Guadalajara, solo, en un pequeño apartamento ubicado en el barrio Santa Teresita. Juan estudió Letras pero no terminó la carrera, trabaja como redactor e impresor en una pequeña imprenta de barrio. Es lector de novelas, sobre todo policíacas, aficionado a las películas mexicanas de los años cuarenta y cincuenta y a los boleros. Le gusta resolver crucigramas y, de verdad, le encanta comer (de ahí que el autor establezca un juego con el lector y el personaje a través de los títulos de los 32 capítulos de la novela, que responden a las comidas y platos típicos de la región que va comiendo nuestro protagonista).
Juan lleva una vida modesta, limitada pero con un mundo construido que luego verá es tranquilo y agradable. Lo ronda una insatisfacción, un deseo no cumplido que es azuzado por la estrechez económica. Un día decide dejar su trabajo en la imprenta para cumplir su sueño infantil de ser investigador, “de niño fantaseaba yo mucho con la idea de algún día convertirme en investigador privado. Detective, se estilaba llamarle entonces. En mis aventuras imaginarias, aunque me llamo Juan Sánchez, me autonombraba Sherlock Bond”.
Con la venia del dueño y jefe de la imprenta, Juan renuncia y se va a la calle por su sueño adoptando, cómo no, el alias de sus aventuras imaginarias, que en nada se van a parecer a lo que va a vivir a partir de esta decisión. En adelante, se desarrolla una divertida trama en la que recorremos la ciudad, probamos platos típicos, escuchamos clásicos del bolero y vemos fragmentos de filmes del cine mexicano, personajes y actores, como pequeños gestos con la cultura de su región, al que se suma el trabajo de reflejo del lenguaje popular a través de “el Mandril”, personaje que es una suerte de escudero o acompañante de Sherlock Bond.
“De niño fantaseaba yo mucho con la idea de algún día convertirme en investigador privado. Detective, se estilaba llamarle entonces. En mis aventuras imaginarias, aunque me llamo Juan Sánchez, me autonombraba Sherlock Bond”
Esta nouvelle negra se nutre y homenajea al género desde sus distintas expresiones (novela, cómic y cine); pero Madrigal construye aquí al antidetective: al que no es audaz ni valiente, que no es intuitivo ni prudente, que no resuelve casos sino que enreda situaciones; así, el culto al género se hace desde la parodia, mostrando precisamente que Juan Sánchez no es ni tiene madera de investigador privado, pero es un fanático del género policial.
La novela de Madrigal tiene un aire de película mexicana, por momentos, se puede evocar al cine de Mario Moreno “Cantinflas”, a su construcción lúdica e inteligente de las historias, a ese humor que de pronto da en el clavo de la crítica, que hace reír y que, por momentos mueve la ternura, la compasión, la identificación y la reflexión. Al cerrar el libro el lector entenderá que este es otro camino de Madrigal de un mismo ejercicio: adentrarse y reflejar la cultura popular.
Diajanida Hernández (@diajanida) es profesora de la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela (UCV), editora y periodista cultural. Cursó la licenciatura en Letras y la maestría en Estudios Literarios en la UCV. Ha escrito para el diario El Nacional, el suplemento “Papel Literario”, el portal Prodavinci, y las revistas Quimera y Otra parte semanal.