En Doctor Pasavento, Enrique Vila-Matas ejerce el arte de la desaparición
Doctor Pasavento, novela de Enrique Vila-Matas que Anagrama publicó primero en 2006, vuelve a las librerías bajo el sello de la editorial Seix Barral acompañado del texto breve “Bastian Schneider”. Aparecida luego de Bartleby y compañía, de alguna forma prolonga y profundiza las búsquedas temáticas y formales de esta novela. Si en Bartleby y compañía hablaba de autores reales que habían dejado de escribir, asumiendo una forma radical de desaparición, bien por el silencio o bien por la muerte, en Doctor Pasavento hace ficción de su propia vida para indagar en primera persona sobre este fenómeno que acecha a casi todos los escritores. Para decirlo brevemente, Doctor Pasavento no es un libro fácil de clasificar aunque, si se tiene la disposición adecuada, sí de leer.
Un escritor de cierta fama, con características vitales similares a Enrique Vila-Matas y las mismas obsesiones literarias, sobre todo, decide un día, mientras se dirige a Sevilla a un encuentro literario con Bernardo Atxaga, desaparecer, perderse del mapa, dar un portazo, largarse sin más. Luego comienza un periplo por Europa tras las huellas de Robert Walser, héroe moral del escritor. Pero antes, ya desde el comienzo, ha aparecido un tal “dottore Pasavento”, que no es más que un personaje soñado por el escritor y que ha desaparecido en la torre de Montaigne sin dejar rastros. Así que al momento de su propia desaparición el escritor adopta el nombre de su personaje soñado y le inventa una escasa “por no decir, nula”, biografía. “¿Debía pensar en una para él? De cualquier modo, sabía algo muy concreto, conocía su presente: el doctor Pasavento era un hombre que, recién aparecido en el mundo, se sentía ya desaparecido o separado de éste”. Esta sensación de estar separado del mundo, una afección común entre los escritores, que deben permanecer demasiado tiempo a solas consigo mismos, es un aspecto central de la novela. Es un síntoma interesante que alguien que se inventa una nueva vida lo haga desde una personalidad que ya tiene el germen de la desaparición y el silencio.
Como ya podemos ver, Doctor Pasavento es una historia donde los sucesos “reales”, los sueños y las lecturas tienen la misma importancia. No hay, en verdad, separación entre estos aspectos. Diría, incluso, que en la escritura de Vila-Matas, en su peculiar sentido de la trama, en el tono general de la narración, lo soñado y lo imaginado tienen muchas veces más presencia que lo que sucede, que suele ser nimio. Como él mismo lo dice, la realidad no le interesa, sino la verdad.
“Sólo sé que me fascina escribir sobre el misterio de que exista el misterio de la existencia del mundo, porque adoro la aventura que hay en todo texto que uno pone en marcha”
Pero no es fácil desaparecer. En primer lugar, porque el yo se resiste: “sospecho que paradójicamente toda esa pasión por desaparecer, todas esas tentativas, llamémoslas suicidas, son a su vez intentos de afirmación de mi yo”, dice con gran lucidez el escritor, que sabe que el hecho mismo de escribir una novela sobre la desaparición de un escritor aquejado de un exceso de fama y de la obligación de escribir, es una contradicción en sus términos que trata continuamente de resolver desde una posición inestable en la que se asoma al vacío. “Pues seguramente tengo algo de equilibrista que, en una alameda del fin del mundo, está paseando por la línea del abismo. Y creo que me muevo como un explorador que avanza en el vacío. No sé, trabajo en tinieblas y todo es misterioso. Sólo sé que me fascina escribir sobre el misterio de que exista el misterio de la existencia del mundo, porque adoro la aventura que hay en todo texto que uno pone en marcha, porque adoro el abismo, el misterio mismo, y adoro, además, esa línea de sombra que, al cruzarla, va a parar al territorio de lo desconocido”.
Como ya dije, Doctor Pasavento es una novela fácil de leer si se acepta en sus términos. Su escritura tiene gracia y profundidad, una especie de levedad sonriente que no oculta la gravedad de sus temas pero los hace llevaderos para el lector. Se aparta, radicalmente, de las novelas convencionales fuertemente ancladas en una trama intensa. Por momentos parece improvisada, y quizás lo sea. Es una historia sobre la belleza y la desolación de nuestras vidas: “la historia de alguien que ahora se va, pero se queda, pero se va. Pero vuelve”.
Rubi Guerra es narrador, editor, periodista y promotor cultural. Es fundador de la sala de arte y ensayo Ocho y Medio y asesor de la Casa Ramos Sucre en Cumaná, Venezuela. Ha publicado casi una decena de libros, entre los que se encuentra La tarea del testigo (Premio Rufino Blanco Fombona, 2007), Las formas del amor y otros cuentos (Premio Salvador Garmendia, 2010), El discreto enemigo, que editó en 2016 Madera Fina.