Ersi Sotiropoulos: Si no hay deseo obsesivo, no hay razón para escribir
La única pieza de prosa que publicó el poeta griego Constantino Petrou Cavafis (1863-1933) fue la novela breve A la luz del día, un título cuando menos interesante si se nota que se adscribe al género fantástico. En contraposición con esa noción de sombra, el nombre la novela de Ersi Sotiropoulos (Patras, 1954) sobre el tiempo que el autor de Alejandría pasa de ser solo un hombre a convertirse en un poeta universal transita lo oscuro: Lo que queda de la noche. Traducida del griego por Vicente Fernández González y Antonio Vallejo Andújar y editada por Sexto Piso, esta obra reconstruye desde la ficción los tres días que pasó Constantino con su hermano John en el París de 1897, en plena Belle Époque. Sin embargo, el título de la obra de la autora griega no hace alusión a la nouvelle de Cavafis. Es una paráfrasis de un versículo de Isaías (21, 11-12): “Danme voces de Seir: Guarda, ¿qué de la noche?/Guarda, ¿qué de la noche?”. El sentido que pretende se sustenta en la angustia de ver el nuevo día después de las noches en vela. El lector seguramente encontrará allí una metáfora de la epifanía, pues durante el final de la noche, cuando está por salir el sol, el cielo está más oscuro: la negrura que antecede a la luz; el caos antes de la revelación.
La idea de esta novela la persigue desde 1984, cuando ella organizó una exposición sobre la obra del poeta en el Palazzo Venezia de Roma y descubrió que sobre esta faceta de la vida de Cavafis faltan datos: no solo del viaje a París, sino del momento en que este “aspirante a poeta se convierte en el Cavafis que conocemos”, según explica la también autora del poemario Fuga (Luces de Gálibo, 2015). Ese momento que oscila entre la duda y la trascendencia le sirvió como excusa para explorar “la interesante relación entre el deseo erótico y la creatividad en el trabajo poético.
Mientras tanto, Sotiropoulos acaba de publicar en Grecia una historia de amor en género epistolar escrita en mensajes de texto y correos electrónicos.
—¿Cuál es la dificultad de trabajar con un personaje histórico como Cavafis desde el siglo XXI?
—Es la primera vez que hago algo así. Me tomó mucho tiempo. No solo leer los archivos de Cavafis o los testimoniales de quienes le conocieron, sino la historia de su época: Grecia, Egipto, Francia. También recorrí las calles por donde caminó. Encontrar la voz que necesitaba para escribir este libro me tomó más de tres años.
—¿Cree que la relación entre deseo y creatividad está en la base de todo trabajo literario?, ¿o por lo menos en todos los poetas?
—Si no hay un deseo obsesivo, no hay razón para escribir. Sin deseo escribes cosas banales. Como lectora, siento muchas veces, incluso en algún libro que no es exitoso, el valor que le otorga el deseo muy fuerte (aunque sea uno incumplido) de escribirlo. Siempre debe haber algo quemándose, alguna obsesión. Y luego se le suma el talento; la obsesión por la literatura. Sin embargo, todos tenemos deseos, lo importante en Cavafis es la manera como los representa. Cómo los transforma sublimándolos en literatura. Es ese registro el que logra tocar a los lectores. Porque él no tenía el talento milagroso de un Arhut Rimbaud, le tomaba años y a veces décadas en terminar un poema.
—¿Qué tuvo ese viaje a la París de la Belle Époque para que encendiera la epifanía en el poeta griego?
—Una de las cosas que más me llamó la atención cuando estaba organizando la exhibición sobre Cavafis en Italia es que ese fue el único viaje de placer que hizo en su vida y, sin embargo, no dejó testimonio escrito. Solo quedan las cartas de su madre y memorabilia. Esa falta de datos fue lo que más me interesó. Comencé a escribir desde ese vacío.
«Todos tenemos deseos, lo importante en Cavafis es la manera como los representa. Cómo los transforma sublimándolos en literatura»
—¿Ese viaje lo cambió?
—No fue tan literal ni tan rápido. Me tomé la libertad de reconstruir este viaje para mostrar el momento en que pasa de un escritor mediocre, lleno de lirismo que solo imitaba las formas clásicas, al poeta Cavafis que conocemos hoy.
—Puesto que este libro describe lo que llamaríamos un “rito de paso” entre le Cavafis hombre y el poeta, me pregunto si hay algo similar en tu biografía de autora.
—No fue así. Pero voy a contarte cómo decidí escribir prosa: Comencé a escribir desde niña, pero siempre poesía. Me consideraba poeta, no narradora. Un día, mi primer marido me regaló una máquina de escribir y empecé mi primera novela que terminé casi en estado de hipnosis.
—¿En qué género de la literatura te sientes más cómoda?
—No depende de mi. Vienen imágenes o ideas: una conversación en el autobús, un teléfono que suena sin que nadie conteste. Lo importante no es la idea en sí, sino que luego se vuelva una idea recurrente en tu cabeza. Un deseo obsesivo.
Michelle Roche Rodríguez (@michiroche) es narradora, periodista y crítica literaria. Es autora del libro de relatos Gente decente (Premio Francisco Ayala, 2017) y del ensayo Madre mía que estás en el mito (Sílex, 2016). Su página web es http://www.michellerocherodriguez.com
La foto que encabeza esta entrevista es de Kostas Katsigiannis.