La palabra precisa de Ida Vitale la convierte en nuestra persona del año
Si había un año para romper el patrón en cuanto a la elección del Premio Cervantes era éste. El reconocimiento más importante de la literatura en castellano suele alternar a un autor español y a otro latinoamericano en cada curso, pero esta vez han repetido zona geográfica. Si el narrador Sergio Ramírez, nicaragüense, fue el que se alzó con la distinción el pasado año, en 2018 el reconocimiento ha sido para una poeta, nacida también en América Latina. La ruptura de la constante es más que justificable, teniendo en cuenta la longevidad de la galardonada, pues la literatura en español no podía permitirse que se le escapara otro de los grandes. Aunque Ida Vitale, con 95 años recién cumplidos, no parece que tenga la más mínima intención de marcharse.
Este año también le fue concedido el Premio de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) de Literatura y Lenguas Romances en México. Como el Cervantes, este galardón premia su extensa trayectoria de mas de 40 poemarios y más de una docena de ensayos.
Nacida en Montevideo el 2 de noviembre de 1923, la poeta, traductora, crítica y ensayista destila vitalidad en cada verbo que pronuncia y cada verso que escribe. Fue incluida en la Generación del 45, junto a nombres tan importantes como Mario Benedetti, Idea Vilariño, Juan Carlos Onetti o su primer marido, Ángel Rama. Pero Vitale nunca sintió pertenecer a ninguna corriente o etiqueta, tanto que rechazó la poesía social a la que se adscribieron muchos compañeros de generación, por más que experimentara el exilio. Tras el triunfo de la dictadura militar en Uruguay, la escritora marchó hacia México en 1974 con su nuevo marido, el también poeta Enrique Fierro, y allí fueron bien acogidos hasta su regreso a su país natal, en 1985. Cuatro años después se mudó a Austin (Texas, Estados Unidos) y desde hace sólo dos años reside de nuevo en Uruguay.
“Escribe, guárdalo en un cajón y, cuando vuelvas a ello, comienza a tachar”
La etapa mexicana de Vitale resultó imprescindible en su carrera. A dos días de su llegada ya desempeñaba encargos editoriales relacionados con la traducción, hasta que pasó a formar parte de revistas literarias tan importantes como Vuelta, fundada por Octavio Paz, o la inolvidable Uno más uno. La influencia del poeta mexicano, a quien llegó a conocer, fue decisiva en su obra. Paz complementó las referencias primarias de Gabriela Mistral, cuyo poema “Cima” precipitó la vocación poética de la autora, o José Bergamín, a quien tuvo de profesor en Uruguay cuando estudió Derecho.
Antonio Machado y Miguel de Cervantes, protagonistas de dos de sus ensayos más brillantes, son los otros nombres imprescindibles para entender la poesía de la poeta uruguaya. No sería justo obviar a Jorge Luis Borges, de quien llegó a decir que era “el escritor más importante de América”. Tampoco a Juan Ramón Jiménez, quien le gustaba menos que Machado en determinadas épocas, pero del que heredó una forma de escritura obstinada en la corrección, según uno de sus principios: “Escribe, guárdalo en un cajón y, cuando vuelvas a ello, comienza a tachar”.
La clave es “buscar la palabra precisa y no abusar de los recursos ornamentales”
Vitale destaca por ser una poeta sintética —“Si se puede decir menos…”, sugiere— que se preocupa por el avance del tiempo, aunque esto no le resta vitalidad a su estilo; por cómo el lenguaje se inserta en la condición humana —“A ti, alfabeto, gracias te sean dadas”, reza uno de sus versos—; y también por el ritmo y la musicalidad de la poesía. Los versos “Juega a acertar las sílabas precisas / que suenen como notas” podrían ser un buen resumen de sus inquietudes poéticas.
Disciplinada en ser rigurosa con el lenguaje, ha conseguido convertirse en una poeta contenida y emocionante al mismo tiempo, que rechaza la retórica y apuesta por una forma conceptual y un contenido transparente, profundo. ¿La clave? Según ella, “buscar la palabra precisa y no abusar de los recursos ornamentales”. Su poesía ha sido categorizada en la vertiente esencialista, por su inclinación a la simbología: los árboles y los pájaros son muy recurrentes en su imaginario; representan la idea de elevación.
Además de sus múltiples colaboraciones con distintos medios de comunicación, no abandonó nunca la escritura poética. Desde la publicación de su primer poemario en 1949, La luz de esta memoria, su obra no ha sido prolífica pero sí constante. Lo cierto es que el reconocimiento le ha llegado tarde, pero en los últimos tres años se ha alzado con varios premios en América Latina y España, entre los cuales están el Octavio Paz de Poesía y Ensayo, el Alfonso Reyes de Poesía, así como el Federico García Lorca y el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana.
Sorprendida por el último reconocimiento, bromeó con el Ministro de Cultura español, José Guirao: “Los españoles están igual de locos que en la conquista”. Días antes, le habían concedido el Premio FIL Guadalajara. Si alguien le preguntara cuán abrumada se siente, respondería: “Cuando llegue el final, estaré tan cansada…”
Jaime Cedillo (@JaimeCedilloMar) es periodista, músico y poeta. Colabora con El Cultural, publicación del diario El Mundo y con otros medios de comunicación. Se graduó en Periodismo y Comunicación Audiovisual por la Universidad Rey Juan Carlos I y cursó el Máster de Crítica y Comunicación Cultural de la Universidad de Alcalá de Henares.
El discurso de Ida Vitale que se reproduce aquí es el que ofreció durante la Feria del Libro de Guadalajara, el 23 de noviembre de 2018, cuando recibió el Premio FIL de Lenguas Romances. Reproducimos la grabación del mexicano Canal 44, porque no conseguimos el video institucional dela feria. En el cuerpo del texto se encuentra un link a la versión impresa del mismo discurso.