Jorge Carrión: palabras de viaje hacia la literatura

“Cada libro es un nuevo estrato de un gran

proyecto, que se confunde con la vida,

obsesionado con la memoria”.

Jorge Carrión

 

Corría el año 2006 y Jorge Carrión estaba en la Mérida venezolana como invitado de la Bienal Mariano Picón Salas, la misma que, tal como él relataría varios años después en Librerías, inspiró el cuento de César Aira. Cada día del encuentro permitía ver a Carrión vestido de trópico en uno de los sillones del lobby del hotel donde se alojaban y reunían durante una semana los escritores y periodistas invitados para, después del desayuno y las conversaciones informales, se abrieran las mesas de discusión donde parecía estarse arreglando la literatura iberoamericana. Ver allí a Carrión, entonces, no podía suponer ninguna extrañeza y verlo inmerso en un libro tampoco. No en balde lo que allí sucedía pretendía tener mucho que ver con la literatura y él comenzaba a ser parte de ella… o ya lo era. Sin embargo, contrario de lo que podía pensarse, aunque libros iban y venían, dedicatorias se firmaban por doquier en lo que muchos pretendían el inicio de una amistad, la lectura parecía estar reservada para las noches en la intimidad de las habitaciones. El exterior, por tanto, el afuera, digamos, el espacio de lo social estaba más ganado para la charla. De ahí que ver a Jorge leyendo en las mañanas tenía su encanto, aunque esto no lo separara en lo absoluto del otro llamado. Él sabe alternar entre el ejercicio intelectual de la escritura, en cualquiera de los géneros que ha cultivado hasta ahora, y la sobreexposición a la que, quizás más por la obligación del mundo que vivimos, te exige el streaming.

A aquella visita de 2006 le seguirían varias más a Venezuela, donde incluso se llegaron a hacer ediciones locales de dos de sus títulos: Norte es Sur. Crónicas americanas (Debate, 2009) y la novela Los muertos (Lugar Común, 2011). Pero el Carrión de aquel ya borroso año era apenas autor de La brújula (Berenice, 2006), su primer libro de literatura de viajes, y de Ene (Laia Libros, 2001), y aunque en su conversación podía apreciarse rápidamente su ímpetu como intelectual, narrador, investigador, ensayista, cronista, habría sido temerario afirmar que su obra tomaría tantos caminos y que sus libros tendrían la resonancia de la que gozan diez años después. Y es que basta con repasar lo que ha hecho hasta ahora: cinco novelas (entre ellas una trilogía que incluye una especie de capítulo cero publicado posteriormente y la reedición de Ene intervenida y editada por él mismo y un artista visual directamente en los ejemplares que se consiguieron de la primera edición); tres libros de ensayos (ocupándose en uno de ellos de la obra de Juan Goytisolo y W. G. Sebald); seis libros de literatura de viaje (donde aparecen GR-83 ‒una edición de autor, numerada y firmada‒ y Crónica de viaje, que proponen una experiencia de lectura muy singular); una novela gráfica, traducciones, adaptaciones, antologías de cuentos y crónicas… incluso el imponente libro crítico sobre la obra de Ricardo Piglia editado por Candaya.

Así, mucho podría decirse de los libros publicados por Jorge hasta ahora, pero en sus últimos dos libros de ensayos, Librerías y Barcelona. Libro de los pasajes, parecen establecerse puntos en común, sincronías particulares que mucho tienen que ver con la memoria, la ciudad, los recorridos… De Librerías ‒que se alza ya con varias ediciones y una ampliada en los compactos de Anagrama‒ dice su autor que este libro «es un accidente feliz. No pensaba escribir ese libro, o al menos no todavía, estaba demasiado obsesionado con explorar la ficción desde dentro de la propia ficción. Pero tenía tiempo, ganas, archivo, un tono. Y me animé. Y el libro recibió un premio. Y ha vendido razonablemente bien y ha sido traducido. No es lo habitual, lo habitual es que un libro pase sin pena ni gloria. Le estoy muy agradecido a Librerías toda esa repercusión. Y que haya inspirado a tantos jóvenes que, tras su lectura, se animaron a abrir su propia librería. Espero que me lo perdonen algún día». Pero, más allá de ese «accidente feliz», no hay duda en que Librerías permite conectar, quizás como ningún otro de su bibliografía, no solo con aquel Carrión de 2006 sino con el que hoy recorre los pasajes de su Barcelona logrando hacer un mapa cultural y literario inédito de esa ciudad. De ahí que un fragmento de Librerías también puede definir los pasajes: «convierten el dolor, que es largo y natural y que siempre vence, en memoria particular, que es humana y breve y siempre se escabulle». Se establece entonces un diálogo casi natural entre los dos libros y él mismo lo reconoce: «Sigo trabajando los mismos temas (el viaje, la migración, la lectura) que ya traté en Australia o que sigo tratando en Barcelona. Libro de los pasajes. Me interesa más el concepto proyecto que el concepto obra. Sigo».

Un hombre es sus libros

Pararse frente a la biblioteca de Carrión, que ha viajado mucho, supone, de entrada, preguntarse dónde han sido comprados cada uno de sus tomos, qué historias fuera de sus páginas cuentan sus lomos o cuántas maletas los han debido transportar. Hoy está mucho más ordenada, incluso salvaguardada del polvo, pero la anterior, aquella con la que escribió Librerías recorría caminos a lo largo y ancho de su piso en el centro de Barcelona que podían ser ríos o mesetas, incluso uno que otro istmo. Pero para saber si solo esto es una idea o corresponde con la realidad, al preguntárselo directamente su respuesta lo confirma: “Creo que en mi biblioteca hay una tensión entre los libros que he adquirido aquí (que he comprado en librerías de Barcelona o que me han enviado las editoriales por mi condición de periodista cultural) y los que he comprado por todo el mundo. Es la tensión entre el sedentarismo y el nomadismo. Me encanta ver mi biblioteca como un archivo o un álbum. De hecho en muchos libros hay tickets, fotos, postales, apuntes. Fragmentos de una vuelta al mundo. Por eso sigo leyendo en papel, porque en muchos casos recuerdo perfectamente en qué tren o avión o butaca o café u hotel leí un libro u otro. Con el tiempo la biblioteca, como la agenda telefónica, como Facebook, también acusa el paso del tiempo, la sombra de la muerte. No puedo creer que todos esos libros de Ricardo Piglia, muchos de ellos comprados en Buenos Aires, fueran escritos por alguien que ha muerto. Que esas dedicatorias sean la caligrafía de un muerto”.

«Con el tiempo la biblioteca, como la agenda telefónica, como Facebook, también acusa el paso del tiempo, la sombra de la muerte. No puedo creer que todos esos libros de Ricardo Piglia, muchos de ellos comprados en Buenos Aires, fueran escritos por alguien que ha muerto. Que esas dedicatorias sean la caligrafía de un muerto»

“Somos un mapa circular, humano y excesivo” dice en uno de sus poemas la portuguesa Filipa Leal, y podría funcionar como una premisa de Librerías, pues ese es el recorrido al que invita el libro: Jorge nos pone a viajar por sus lecturas pero especialmente por esos espacios predilectos de los lectores: las librerías, lugares que son a la vez memoria y olvido, lugares de aventura, de viajes circulares, humanos, excesivos (volviendo a Filipa); lugares, como él mismo escribe, que son «restos arqueológicos o traperías o archivos que se resisten a revelarnos el conocimiento que poseen, que se niegan por su propia naturaleza a ocupar el lugar en la historia de la cultura que les corresponde» (Librerías, 2013).

Carne, palabra y hueso

A un escritor pueden atribuírsele varias características, unas más teóricas que otras, unas más complejas que otras. Pero si nos quedamos con lo verdaderamente esencial, un escritor es alguien que nos muestra su visión del mundo y que decide poner en palabras lo que a él le resulta vital. Carrión no solo cumple esa premisa a carta cabal, sino que se convierte en una especie de Caronte, de guía de viaje, de amigo que te brinda su mano para salir con él a conocer a sus autores de cabecera, a las ciudades que otros han contado, a las que él mismo cuenta, a sus libros, a sus librerías, a sus muertos y a sus difuntos, a sus turistas, a sus huérfanos, a sus series, a sus vagabundos.

En una entrevista reciente, Carrión afirmó que Barcelona. Libro de los pasajes era una declaración de amor al arte de pasear, a la lentitud, que en los pasajes la mirada funciona de otra manera y hay que descubrir en esa lentitud otra forma de mirar la ciudad. Oyéndolo y pensando en los proyectos que ha emprendido hasta ahora pero muy especialmente en Librerías, vemos que en esa propuesta, la de mirar distinto, se descubre la manera en que Jorge entiende lo que hace, la literatura, la cultura y, por supuesto, la televisión. ¿Cómo miramos lo que miramos? ¿Qué ojos nos ponemos para cada cosa? Carrión ha sabido recorrer palmo a palmo las librerías del mundo, pero también su ciudad y al hacerlo ha fijado una ruta, por qué no, una brújula (y aquí nos toca pensar que nada ha sido fortuito en su obra y que aquel título de su primer libro de crónicas tampoco lo era) para mirar lo que le rodea y le interesa con la confesa invitación de que sean sus lectores los que se hagan de sus propias librerías y de sus propias ciudades, pues no de otra cosa estamos hechos que no sean palabras y espacios.

 

Virginia Riquelme (@vriquelme), editora, profesora universitaria y poeta. Es licenciada en Letras y magíster en Edición por la Universitat Autònoma de Barcelona. En 2014 fundó la editorial independiente Barco de Piedra y actualmente es la coordinadora editorial de Ediciones Puntocero y Editorial Alfa.

 

La foto de Jorge Carrión en este texto es de Efrén Hernández.

 

 

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