En Caballo fantasma, de Karina Sosa Castañeda, la maternidad es una ausencia
Una joven arquitecta emprende una especie de travesía interior para conocer a Leonora, su madre, cuando se entera de que ésta ha muerto. Lo único que Ka (Karenina) sabe de ella, es que la abandonó cuando era una bebé y que amaba los caballos. Esta es la premisa de Karina Sosa Castañeda (México, 1987) joven escritora oaxaqueña que hace de ésta —su novela debut— una especie de ensayo sobre la naturaleza humana y su indisoluble unión con la animal.
Hay una tristeza abismal a lo largo de la novela: el vacío de haber nacido de la nada, de haber sido engendrada por un fantasma y criada por un silencio impenetrable. “Mamá tenía sus razones. Y mi padre no tuvo nunca ganas de decir nada. Crecimos así: juntos mi padre y yo, sabiendo que una mujer que estaba ausente, como un fantasma, me había traído al mundo. Y que eso bastaba”.
Si lo que nombramos existe, el nombre asignado a Ka ya lo anunciaba todo: “Karenina. Como una suicida. Como una criatura que Tolstói imaginó desde antes del nacimiento de mis padres.” Anna Karenina: una mujer que dejó a su hijo, una mujer abandonada, que acabó con su propia vida y cuya existencia y sufrimiento no fueron más que pretextos literarios. Así, Ka divaga por el mundo con una existencia también espectral, asida solamente de lo que lee y de lo que interpreta. Vive en automático. Lee, escribe, trabaja, tiene un diario. Inicia sus pesquisas analizando fragmentos literarios o históricos en donde aparecen caballos: caballos de guerra, compañeros de héroes, estrellas del hipódromo, animales que solo existen en su imaginación.
«Crecimos así: juntos mi padre y yo, sabiendo que una mujer que estaba ausente, como un fantasma, me había traído al mundo»
En realidad, podría decirse que Caballo Fantasma es más un diario que una novela. Si bien se estructura en pasajes de una gran belleza, es difícil encontrar la trama. Hay esbozos aquí y allá: Ka, con sus encuentros y desencuentros amorosos; la certeza de ser siempre abandonada. El hallazgo de que Leonora, su madre, fue una estrella en el círculo social de las carreras de caballos, una mujer guapa y elegante que dilapidó su vida jugando: “En el hipódromo tengo una certeza, mi madre no era un fantasma. Tenía un nombre, una identidad: Leonora. Pero para mí siempre será un caballo fantasma.”
Aunque no se conocieron, entre Leonora y Karenina hay un cruel paralelismo. Una amaba a los caballos, la otra a los libros. En uno y otro caso, ellos son los únicos vehículos que les otorgan un asidero para habitar el mundo.
Alejandra Alegría es mexicana y defensora de derechos humanos, particularmente de los de las mujeres, niñas, niños y adolescentes y personas en situación de vulnerabilidad. Internacionalista de formación, con estudios de Maestría en Derechos Humanos. Si bien ha escrito mucho, recién comienza a firmar.
Corriendo a buscarlo, la lectura por estos días nos puede sacar de la realidad… Gracias por la reseña!
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👏🏼 No me gustan los caballos pero sí los libros y ese paralelismo, llamó mi atención… Lo quiero leer 😁
¡Y además está el tema de la maternidad! Creemos que el libro dará mucho de qué hablar. Cuando lo leas, te invitamos a que lo comentes por nuestras redes. Gracias por tus mensajes
Alejandra cuando uno está en la parte de Derechos Humanos, más que la profesión son las ganas de sudar al prójimo, de ponerse en sus vidas diarias y ver que recursos tenemos para que tomen un objectivo nuevamente en sus vidas, estas reseñas en lo personal me llevan a la reflexión. Espero pronto puedamos tenerte presente en Alemania e invitar a todos estos refugiados que son humanos y buscan lo que tú estás haciendo.
Gracias por escribir desde tu parte más humana.