La Feria del Libro de Madrid, una fiesta en El Retiro
La fiesta de la literatura madrileña afronta la recta final de su 76ª edición. Miles de lectores se han acercado hasta el Parque del Retiro de Madrid para pasear entre casi un centenar de stands dispuestos a lo largo del paseo Fernán Núñez y conocer en primera persona a sus autores favoritos. 367 casetas —una menos que en 2016—, 488 expositores —ocho más que en la edición anterior—, 63 librerías especializadas, 53 librerías generales, 324 editoriales y alrededor de 5.000 firmas son los datos que componen la carta de presentación de esta edición, de la que se espera “superar los datos, aunque hay que ser cautos”, según reconoció el director de la Feria, Manuel Gil, en la rueda de prensa de presentación. Gil se refirió al evento como un “patrimonio vital y concreto de la ciudad con voluntad de proyectarse a nivel internacional”.
Un ejemplo de esto es que el jueves 1 de junio los organizadores de la feria invitaron a los editores independientes y los comités de las ferias latinoamericanas de Guadalajara, Buenos Aires, Lima y Bogotá a una reunión en la que se afinaron estrategias para lograr una mayor integración del negocio a ambos lados del Océano Atlántico. En esta línea de unidad multinacional se expresó el escritor Gonçalo M. Tavares, representante de Portugal, el país invitado en esta 76ª edición de la Feria del Libro de Madrid. “El intercambio cultural entre España y Portugal tendría que fluir con mucha más naturalidad”, aseguraba. La cultura portuguesa ha estado presente en todas las actividades relacionadas con la música, el cine y, por supuesto, la literatura. Grandes nombres han pasado por Madrid, desde Pessoa o Saramago, in memoriam, hasta autores tan importantes en Europa como Nuno Júdice, premio Reina Sofía de poesía iberoamericana, o el propio Tavares.
La variedad de actividades, proyectadas para todo tipo de públicos, y la conjugación de diferentes disciplinas relacionadas con la literatura han sido una constante en esta Feria, donde las grandes colas han sido protagonistas durante el fin de semana y la tranquilidad ha reinado en los días anteriores. En una tarde de martes como cualquier otro, sólo rompía la calma en el Retiro la megafonía que anunciaba, con puntualidad británica, una nueva jornada de la Feria del Libro. Se manifestaba en contadas ocasiones a lo largo del día: para anunciar las firmas, el tiempo de descanso para la comida, el regreso a las casetas y el cierre. Por lo demás, sin noticias del ruido. Acaso unos niños jugando a pocos metros de las casetas, unas tijeras abriendo cajas de libros o el sonido de una escalera que se coloca para subir los ejemplares al último estante. Poco más.
En la caseta 223, Miguel Ángel Arcas, editor de Cuadernos del Vigía, trata de convencer a un visitante para que compre la última edición de Yo vivo, un libro de Max Aub: “Llévate éste, que es el libro más vitalista del autor”. Arcas señala que la Feria es necesaria para el editor en cuanto a promoción, presencia y venta de ejemplares, aunque lo “maravilloso” es la oportunidad que tienen los lectores de tener a su alcance tantos libros en un mismo espacio y, por supuesto, poder contactar con sus autores preferidos y sus editores. “El resto no es literatura”, sentencia Arcas, consciente de que las aglomeraciones de gente no se aglutinan en torno a las casetas ocupadas por editoriales que apuestan por productos más arriesgados.
“La feria es más importante para los libreros y los editores que para los autores”
Sergio del Molino, escritor
Sergio del Molino, uno de los autores más reconocidos en esta edición de la Feria del Libro por el éxito de su último ensayo, La España vacía, coincide con Arcas en la naturaleza comercial de “un acto en el que hay que vender libros, no nos engañemos”. Además apunta que este evento “es más importante para los libreros y los editores que para los autores”. Como lector reconoce que “nunca había ido a por una firma”. Por eso “no entiendo el mecanismo de venir a pasar calor” pero sí el momento de la charla, “un rato muy agradable en el que intento estar a la altura”. Para Luna Miguel, uno de los nombres más representativos de la poesía en España, “lo impresionante es comprobar que alguien ha leído tu historia y ha visto en ella detalles que tú no”. La otra gran ventaja de la feria es que permite descubrir lecturas: “Me he llevado algunos libros que quizás no me hubiese atrevido a comprar en otro momento”, reconoce Luna Miguel.
La compra de libros es contagiosa, y este es otro de los atributos que distinguen a un evento que, como su propio nombre indica, “tiene también algo de fiesta y de mundaneo”, según Miguel Ángel Arcas. En cualquier caso, “la Feria dura muchas más horas de lo que está abierta”, tal y como señala Christina Linares. Es la editora del grupo Renacimiento, una empresa con un bagaje de 40 años dedicados a la edición que este año cuenta con 46 autores que firman bajo uno de sus sellos. Cuando termina de hablar por teléfono con quien debe traer los libros que faltan a la caseta 322, le cuenta a un periodista que acaban de publicar una antología de un poeta multimillonario argentino, Alejandro Guillermo Roemmers. Minutos más tarde, recibe a Nuria Capdevila-Argüelles y María Jesús Fraga, “mis autoras”, como ella las llama, que charlarán esa tarde sobre la obra de Elena Fortún, publicada por la editorial. Y además, “cuando no estoy aquí, estoy en casa con el ordenador o en el teléfono organizando las firmas y solucionando incidencias”, cuenta.
“La Feria dura muchas más horas de lo que está abierta”
Christina Linares, editora del grupo Renacimiento
Los libreros son los otros imprescindibles en la Feria del Libro. Antonio Almeida, de la Librería Molar, es uno de los nueve que se estrenan en esta edición, mientras que Pepa Arteaga es la gerente de la librería Miraguano, que acudía a la Feria cuando aún el suelo no era de asfalto y si llovía se convertía en un lodazal. Según las palabras de la propia Arteaga, su primera presencia en la Feria respondía a “la necesidad de leer y promover la lectura para llenar nuestras vidas y las ajenas, abriendo ventanas de luz y nuevas expectativas a la gris mediocridad que entonces nos rodeaba”. Como veterana, ha sido testigo de todas las novedades que se han incorporado con el paso de los años. Por ejemplo, en materia de accesibilidad, el mostrador de las casetas sobresale en esta edición, con el fin de que las personas en silla de ruedas se puedan acercar a los libros.
Todo lo demás es marketing —este año hay merchandising en los puntos de información— y colas demasiado largas para ver a los autores más punteros del momento, con Fernando Aramburu y su novela Patria en la cima –con permiso, eso sí, de youtubers y cocineros–. Todo esto en “una feria de vanidades donde negocios, reuniones y fiestas refuerzan lazos y relaciones de todo tipo”, dice Arcas. Pero cuando todo se apaga y los miembros de seguridad invitan a los visitantes a abandonar el recinto, dos ancianas caminan sin prisa mientras charlan sobre la novela que leerán en la playa este verano. Cierra El Retiro sus puertas. Quizás haya merecido la pena.
Jaime Cedillo (@JaimeCedilloMar) es periodista, músico y poeta. Colabora con El Cultural, publicación del diario El Mundo y con otros medios de comunicación. Se graduó en Periodismo y Comunicación Audiovisual por la Universidad Rey Juan Carlos I y cursó el Máster de Crítica y Comunicación Cultural de la Universidad de Alcalá de Henares.
Todos los años paso en la feria varios días, este año seis. Estoy muy agradecida a todos aquellos que la hacen posible. Quiero destacar a Portugal, país invitado éste año. Ha sido espectacular su presencia. De todos los países que recuerdo el número uno.
España y Madrid han quedado en ridículo.
Ya espero la próxima feria.