En La mujer singular y la ciudad, Vivian Gornick es una flâneur de la independencia
La literatura de Vivian Gornick interpela a las mujeres que sueñan despiertas. No necesariamente a las que fantasean con el hombre «adecuado» —o la mujer, si tal fuera la preferencia—, con el trabajo que en verdad quieren realizar o con la belleza enigmática de la persona atractiva. Porque no se trata de soñar o no soñar como dilema. Me refiero al significado social e individual de nuestras especulaciones. A los sueños cuando solo tienen la apariencia de íntimos. Se trata del compromiso que estamos dispuestas a hacer con la vida. Es la calidad de ese compromiso lo que nos convierte en singulares. Ese es el tema fundamental del ensayo The Odd Woman and the City, que la editorial Sexto Piso tradujo como La mujer singular y la ciudad. Y es que, a veces, mejor que el hombre adecuado es la palabra adecuada. A diario, la vida me demuestra que más importante es la segunda que el primero.
Una obra fundamental para la autora del Bronx es The Odd Women escrita por George Gissing a finales del siglo XIX. Allí, el escritor inglés trata temas como el papel de la mujer en la sociedad, la doble moral con respecto a los géneros y el movimiento feminista de la época. Lo más revelador para Gornick fue el hallazgo del término singular. “Cada cincuenta años desde la época de la Revolución francesa, se había descrito a las feministas como mujeres ‘nuevas’, mujeres ‘libres’, mujeres ‘liberadas’; pero Gissing había encontrado el término adecuado. Éramos mujeres ‘singulares’”, escribe en el libro traducido por Raquel Vicedo. Una nota al pie de página recuerda que, en inglés, la frase odd women puede traducirse como “mujeres sin pareja” o como “mujeres singulares”. Sobre ambas vertientes del significado de odd la escritora nacida en 1935 estructura las reflexiones del libro, a ratos sus memorias de lectora, a ratos las crónicas de una flâneur. Siempre el tributo a un lugar donde la gente “necesita” de muestras de expresividad, donde las relaciones están marcadas por la sensación de estar en tránsito y donde la “vida es una arqueología no de estructura, sino de voces”, la ciudad que adora, Nueva York.
El enorme espacio que ocupara su madre en sus memorias anteriores, Apegos feroces (2017), lo llena ahora la misma Gornick, una mujer atravesada por la lucha entre su singularidad y su esclavitud “al anhelo neurótico” que la obliga a tomar por adecuado a un hombre inadecuado tras otro. La mujer singular no es simplemente la que está soltera —¡tantas singulares hay con pareja!—, la que se siente sola o la completamente libre propuesta por el feminismo —en especial el de la Segunda Ola donde Gornick fue activista de voz cantante cuando trabajaba en The Village Voice— es la mujer que ha aprendido a mirarse como ser completo e independiente de las expectativas sociales sobre su género.
“¿Y si lo inquieto, lo fluido, lo voluble que hay en nuestro interior está minando constantemente lo que, creemos, más necesitamos?”
La mujer singular y la ciudad habla menos de su amor por los hombres que sobre la construcción de su autoestima. Y creo que allí se encuentra el éxito fulminante que la obra de la estadounidense está teniendo en España: enseña a una nueva generación de feministas a reinterpretar los designios que ofrece la vida contemporánea a favor del empoderamiento propio. “¿Y si lo inquieto, lo fluido, lo voluble que hay en nuestro interior está minando constantemente lo que, creemos, más necesitamos?”, se pregunta la autora. Y ante ese pasaje se me ocurre que la obra de Gornick no es solo para las mujeres, sino también para los hombres. Para que los hombres comprendan cómo hubiera sido la la cultura y literatura y (¿por qué no?) el mundo si el canon hubiera estado conformado también por nosotras. Porque la mujer anhelante que es Gornick mientras pasea sobre el Upper West Side es más que la imagen de la flâneur, es el arquetipo del aventurero que ahora tiene género femenino y se detiene en una esquina para contarnos las conclusiones que ha sacado de sus recorridos. Para preguntarnos qué estamos haciendo con nuestras vidas.
Y cuando la abuela habla, todas (y todos) la escuchamos.
Michelle Roche Rodríguez (@michiroche) es narradora, periodista y crítica literaria. Es autora del libro de relatos Gente decente (Premio Francisco Ayala, 2017) y del ensayo Madre mía que estás en el mito (Sílex, 2016). Su página web es http://www.michellerocherodriguez.com