La novela total, el bildungsroman y el difuso anhelo de Paul Auster en 4 3 2 1

El mundo es prolífico: puede ocurrir cualquier cosa.

John Cage, Silencio (citado en 4 3 2 1)

 

 

Admirable y confusa a la vez, 4 3 2 1 lleva en su núcleo el germen de su debilidad. La mastodóntica apuesta de Paul Auster pretende liberar a la ficción de su lógica lineal para explorar los caminos alternativos de la posibilidad en la vida humana a través de un relato exhaustivo de los años de formación de Archie Ferguson que coinciden con la década de los años sesenta que fueron también los de maduración del escritor.

Perdón: no se trata de un relato exhaustivo, sino cuatro.

La novela más ambiciosa del autor de La invención de la soledad (1982) y La trilogía de Nueva York (1987) es un bildungsroman con vocación totalizante en donde se cuentan cuatro versiones de la vida del chico judío nacido en Newark en 1947 que van desde (medio siglo) antes de su alumbramiento hasta la temprana adultez. Por eso el título es numérico, 4 3 2 1, cada (posibilidad de) Archie es un número. Auster toma centenas de páginas para desarrollar cada una de las potenciales existencias de este muchacho que en todas sus versiones tiene inclinaciones literarias, le gusta el deporte y tiene una poderosa relación sentimental (amorosa, de amistad o fraterna) con Amy Schneiderman. Y a pesar de que cada vida se confronta con diferentes vicisitudes —en una la muerte del padre, en otra la pérdida de los dedos de una mano, en otra la bancarrota o la muerte de un amigo—, a medida que avanzan las anécdotas en paralelo, se van pareciendo unas a otras y el resultado es que el lector acaba por enmarañarse —a menos que tome la previsión de llevar notas sobre los giros argumentales—.

Como bildungsroman, 4 3 2 1 tiene éxito por partida cuádruple, porque no solo cuenta la evolución del personaje principal y desarrolla sus aspectos morales y físicos frente a los ojos atentos del lector, sino que lo repite tres veces. De hecho, fieles a los postulados del género de la novela de formación, los Archies de cada una de las cuatro novelas que Auster convirtió en una sola intentan responderse, al menos, tres preguntas vitales. Debido a las demasiado detalladas narraciones de los episodios de la lucha por los derechos civiles de los años sesenta, la cuestión más evidente que le(s) agobia es el lugar que ocupa el ciudadano en el mundo contemporáneo. Las otras dos pertenecen a la esfera íntima de los Archies. Un problema es la posible capacidad redentora de la vocación literaria y el otro es lo insignificante de la vida humana. Si bien este último interrogante es evidente en los finales de cada novela dentro de la novela, que cuando no son abruptos son sosos, las líneas más bonitas las escribe Auster sobre el oficio que lleva ejerciendo más de 40 años. “Un artículo periodístico era un grupo de frases que respondía al mundo, un intento de poner en palabras el mundo no escrito, y para contar la historia del acontecimiento ocurrido en el mundo real había que empezar paradójicamente por el primero, el efecto y no la causa”, anota el autor proveniente de una tradición literaria donde la no ficción es una herramienta fundamental para la comprensión de la realidad.

 

La “novela total” de Auster.

Es en su aspecto de novela total donde se vuelve incómoda. Esta pretensión de suplantar a Dios que Mario Vargas Llosa celebra en autores como León Tolstoi, Honoré de Balzac y Charles Dickens cuando los considera demiurgos de la ficción, Macedonio Fernández la interpretaba como una impostura que resumía la poliédrica experiencia humana a solo dos dimensiones: la de la realidad y la de la psicología. En el fondo, ambas posturas son inasibles, pero debo confesar que me encuentro más cerca de Fernández que de Vargas Llosa en mi interpretación del anhelo totalizante—el cual, por cierto, he visto exclusivamente en escritores varones— y considero que el postmodernismo y el postestructuralismo no han hecho más que añadir argumentos a aquellos propuestos por el autor argentino en la obra experimental de su vida publicada póstumamente en 1967, Museo de la novela de la eterna. Porque ambas manifestaciones culturales —“post-” e “-ismos” las dos, pero con semántica propia cada una— proclaman la imposibilidad de la experiencia única y la incapacidad del lenguaje para codificarlo todo. Después de que Jean Jacques Lacan postulara la existencia de lo real como aspecto anterior o ajeno a lo lingüístico y que Julia Kristeva se ocupara de lo abyecto como experiencia de lo innombrable, no es menos que incongruente llegar a pensar que un solo escritor pueda triunfar en el anhelo de recorrer las múltiples dimensiones de lo humano. Y que pueda hacerlo cuatro veces en un solo libro.

Mi punto es que, quizá, la obra de Auster se hubiera beneficiado de ahondar en la múltiple experiencia de un solo Archie y de una investigación mas profunda sobre las posibilidades de su (único) protagonista. Como novela total, 4 3 2 1 presenta para mí el problema de su absoluta filiación al proyecto moderno, heredero de la Ilustración, que se encuentra en completo descrédito en la actualidad. Como L’Encyclopédie de Denis Diderot en el siglo XVIII pretendía sintetizar todo el conocimiento humano en un libro, la novela de Asuter se traza la meta de sintetizar todas las posibilidades de una vida humana en 957 páginas. Por supuesto que eso es imposible y, en la actualidad, habría que preguntarse incluso si es necesario.

Sin embargo, es una vez que el lector asume esta imposibilidad que comprende que la gran tragedia del joven Archie Ferguson, en cualquiera de sus vidas, está cifrada en su incapacidad para conectar las tres experiencias descritas en cada una de su(s) peripecia(s) vital(es): la social de quien se enfrenta a los cambios civiles de su época, la profesional de quien tiene que aceptar una vocación literaria y la filosófica de quien se encuentra una y otra vez confrontado con la precariedad de la existencia. Comprende también que las limitaciones en el enorme proyecto de Auster estaban en su postulado y solo mediante esas mismas limitaciones puede encontrar el aporte a la literatura que hace el autor estadounidense: la afirmación de la incapacidad de contarlo todo. En otras palabras: es desde la imposibilidad de cumplir su cometido que esta novela de Auster se convierte en una obra fundamental de nuestro tiempo.

 

Michelle Roche Rodríguez (@michiroche) es narradora, periodista y crítica literaria. Es autora del libro de relatos Gente decente (Premio Francisco Ayala, 2017) y del ensayo Madre mía que estás en el mito (Sílex, 2016). Su página web es http://www.michellerocherodriguez.com

 

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