Leonor de Recondo: La emancipación es imposible sin un cuerpo libre

Leonor de Recondo es escritora y violinista. Nació en Francia y es de origen vasco. Su novela Amores acaba de publicarse en Editorial Minúscula con una traducción de Pamira Freixas. La novela merecedora del el Prix RTL-Lire y el Prix des Libraires de 2015 está ambientada en 1908 y cuenta el inesperado vínculo sentimental que se establece entre una burguesa y su criada cuando esta última sale en estado del notario con quien la primera está casada. Para el año que viene, Minúscula prepara la publicación en castellano de “Punto cardinal”, la primera novela de Recondo ambientada en el presente y que narra la vida de un personaje transgénero que fue merecedora del Prix du Roman des Étudiants France Culture/Télérama. Pero mientras tanto, la también autora de Sueños olvidados (2012) y Pietra viva (2013) estuvo de visita en España en donde conversó sobre los asuntos que plantea Amores, una delicada sinfoníaa literaria donde la autora nacida en 1976 quiso hacer un homenaje a la literatura francesa, realista del siglo XIX, comenzado por el autor de Madame Bovary Gustave Flaubert, e incluyendo a autores como Guy de Maupassant y Émile Zola, los cuales de Recondo considera que representan “un momento extraordinario de la lengua francesa”. 

—Eres violinista y escritora y el piano sirve para que Victoire exprese sus emociones: ¿imaginaste una música para esta novela?

—La música la siento en el ritmo del texto. El compás de la respiración, la armonía y el silencio son nociones musicales que trabajo en la literatura. No puedo decir que imagino una cierta música para cada capítulo. De hecho, escribo sin escuchar música porque lo más que necesito es silencio, que da espacio para crear una musicalidad de las palabras, las frases y una fluidez en la cual voy a poder trabajar. Cuando estaba escribiendo la novela, me parecía importante que Victoire pudiera exprimir lo que siente tocando piano porque lo que le pasa es una revolución en su cuerpo y no puede compartirlo con nadie porque es un secreto, pero hay algo que tiene que dejar salir.

—En Amores vuelve a principios del siglo XX para contar una historia donde los cuerpos femeninos son fundamentales.

—Me interesaba volver a una época anterior a la Primera Guerra Mundial, porque durante ese conflicto bélico, como los hombres estaban en el frente, las mujeres tuvieron más espacio público y social. Pero en 1908 estábamos aún en el siglo XIX, con una educación femenina mínima y con los destinos de las mujeres condicionados sobre las supuestas obligaciones de sus cuerpos.

 “La música la siento en el ritmo del texto. El compás de la respiración, la armonía y el silencio son nociones musicales que trabajo en la literatura”

— ¿Cuál es la dificultad de construir una novela de época, que trata asuntos de género, hoy en día cuando hemos pasado por varias olas del movimiento feminista?

—La distancia histórica me dio libertad porque me permitió denunciar, explorar y entender lo que quería de la educación femenina y de la moral de esa época. Otra cosa que me interesaba es que en ese momento había hogares burgueses donde cohabitaban personas con diferentes condiciones sociales, cosa que ahora es muy raro. En una casa burguesa encerré dos destinos: el de una criada y el de una señora. También son los destinos de sus cuerpos. En el caso de la criada, Céleste, el abuso es parte de la condición de su cuerpo, obligado a hacer las tareas de la limpieza y muchas otras, más pesadas. Es un cuerpo útil y transparente que no tiene existencia propia. En paralelo construí el de la burguesa, Victoire. Que es, igualmente, un cuerpo transparente, a pesar de toda la ropa que lleva encima, como las capas de una cebolla. Pero el suyo es un cuerpo inútil, no tiene sitio en el mundo porque no puede concebir un hijo. Por eso lo siente vacío. Y ese también es un vacío en su mente. El niño Adrien [que las une en la maternidad] abre una puerta entre sus cuerpos para que empiecen a existir. Y con esa existencia carnal comienza la posibilidad de una libertad de pensamiento. En esa época las mujeres no tenían cuenta en el banco ni podían votar. ¡No sabían ni siquiera cómo eran sus cuerpos! En mis investigaciones encontré que las mujeres bien educadas no tenían espejo de pie para que no pudieran verse enteras ni desnudas. ¿Qué imagen mental una se puede crear de sí misma cuando nunca se ha visto de cuerpo entero? ¡Es difícil! En Amores, una mujer es el espejo de la otra.

“La distancia histórica me dio libertad porque me permitió denunciar, explorar y entender lo que quería de la educación femenina y de la moral de esa época” 

—¿A qué impedimentos sociales se enfrentan las mujeres hoy en día?

—Escribí Amores en 2013, cuando en Francia había un gran debate sobre el matrimonio homosexual y sobre las posibilidades de adoptar de estas parejas. Quería escribir un libro también sobre la emancipación femenina y la libertad del cuerpo de las mujeres, que tiene que ver con la libertad de sus mentes. Las dos cosas van juntas; es imposible ser libre si no hay un cuerpo libre. Además quería escribir sobre la obligación de la maternidad que volvía a ser un problema para las mujeres de mi edad. Para mi madre, durante los años setenta, la maternidad era una opción, pero ahora vuelve una especie de obligación social según la cual para una mujer sentirse completa debe también ser madre.

 —¿Cuáles son los siguientes objetivos en la lucha por la igualdad del género?

—Me parece básico que consigamos la igualdad económica entre hombres y mujeres. Ese es un objetivo concreto y urgente. No tiene sentido que a una mujer le paguen menos que a un hombre por realizar el mismo trabajo. Siempre hay un peso moral en la sociedad que nos dice cómo vivir, pero esa existencia social debería ser lo más cercana posible a nuestra existencia íntima. La lucha es a la vez individual y múltiple. Si cada uno está bien en su cuerpo y en su vida, encontraremos soluciones para muchos problemas. Y ese es nuestro trabajo ahora: encontrar la manera de que cada quien sea libre en público y en privado. Deberíamos poder salir de nuestras condiciones de hombre o de mujer cuando queramos. Eso es la base de una sociedad libre.

 

 

Michelle Roche Rodríguez (@michiroche) es narradora, periodista y crítica literaria. Es autora del libro de relatos Gente decente (Premio Francisco Ayala, 2017) y del ensayo Madre mía que estás en el mito (Sílex, 2016). Su página web es http://www.michellerocherodriguez.com

 

 

 

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