En Loca, Nelly Arcan interpreta a la belleza como una forma de mentira
La canadiense Nelly Arcan se suicidó el 24 de septiembre de 2009, con apenas treinta y seis años. Este dato biográfico dificulta cualquier discusión sobre Loca, el único libro de la autora traducido al castellano hasta la fecha, y parte del catálogo de la editorial Pepitas de Calabaza. Allí cuenta la última relación sentimental que tuvo, con un periodista francés déspota y narcisista, a quien nunca llama por su nombre. Si bien es cierto que esa relación la precipitó a la desgracia, morir joven había sido una decisión tomada durante su adolescencia.
Los reparos ante la discusión literaria no son consecuencia de la interpretación del que fue su amor tormentoso y, menos, de su temprana convicción de que tres décadas eran suficientes para vivir. Resultan del pudor ante el juicio de las decisiones literarias frente a lo contundente de un suicidio. La contundencia de su último gesto y su necesidad de anunciarlo en el libro parece dotar de veracidad casi automática a todo lo que escribe. Y poco más puede decir cualquiera que desee hacer un comentario sobre su literatura de estilo llano y directo, al punto no deja mucho territorio para la ponderar la voz, el tono o la estructura del libro. Esto obliga a quien comenta el libro a buscar su valor literario por otros derroteros.
Lo importante en Loca no es la anécdota ni la manera cómo la cuenta. Lo crucial es la convicción que muestra la autora de que «la belleza está hecha para apartar los ojos de la verdad». Y es que la belleza física del hombre a quien la narradora se unió —uno, por cierto, adicto al ciberporno— encubría su carácter maltratador. Y esa idea conecta adultez e infancia a través del recuerdo de la madre de la protagonista, que desconfiaba de las cosas hermosas: “para ella la belleza era una pantalla de humo tras la cual siempre se hallaba un oportunista o, peor todavía, un depredador”. Por eso, sus reflexiones resultan demoledoras, como cuando la protagonista le dice, pensando en voz alta, a un personaje que ya la ha abandonado: “Yo para ti no era más que orificios y tú, sintiendo que esos orificios me habían transformado en un gran vacío, te alejabas para no caer en ellos”.
Locura, infancia y soledad.
La relación entre la verdad y la belleza tiene una curiosa manera de tejerse en Loca, donde, ya debe saberse, el argumento no es aquel de la pérdida de la cordura, sino de la pérdida de la cabeza —como coloquialmente se dice— por un hombre que no lo merecía. Más que la escritura descarnada de la historia propia, es la noción sobre la transitoriedad casi quimérica del amor, uno de los temas fundamentales del libro, es el eslabón que une a Loca con Puta, su libro más famoso. Puta, nominado a los premios Médicis y Femina en Canadá, también es un libro de memorias en donde se refiere a l época en que trabajó como prostituta para costearse los estudios universitarios, durante la década de los noventa.
El retrato que Arcan hace de su relación, vista a través del recuerdo de su infancia en una familia conservadora, así como su noción del vínculo entre la belleza y la mentira se ven reforzados por la anécdota de su embarazo tempranamente interrumpido. Allí el padre y su hijo son intercambiables en la suposición de que las madres pierden interés en sus parejas cuando los bebés nacen: “Por primera vez entre nosotros tú eras el más pequeño, por primera vez yo te dominaba con malas intenciones. Ahora era yo la que veía la parte superior de tu cabeza, no había forma de que pudieras escaparte, porque la llave de esa jaula la tenía yo”. Entonces, el aborto, más que el suicidio, se convierte en la imagen más categórica de las memorias del último año en la vida de Arcan.
“Yo para ti no era más que orificios y tú, sintiendo que esos orificios me habían transformado en un gran vacío, te alejabas para no caer en ellos”
Ante estas lúcidas reflexiones la estructura de su “locura” queda al descubierto y el suicidio se convierte entonces en una anécdota metaliteraria que sirve para comprender lo escrito en la misma medida que sirve también para oscurecerlo. Arcan, cuyo nombre de bautizo —pues era católica— fue Isabelle Fortier escogió el caos como el lugar de la escritura, como su puerto seguro.
Michelle Roche Rodríguez (@michiroche) es narradora, periodista y crítica literaria. Es autora de la novela Malasangre (Anagrama, 2020), del libro de relatos Gente decente (Premio Francisco Ayala, 2017) y del ensayo Madre mía que estás en el mito (Sílex, 2016). Su página web es http://www.michellerocherodriguez.com