Margarita García Robayo huye del relato familiar para escribir en Primera persona

La vida como materia literaria. Lo que Margarita García Robayo ofrece en Primera persona no son relatos sino crónicas autobiográficas; género que interesa menos a los escritores en España que en Hispanoamérica, razón por la cual nacieron del otro lado del Atlántico sus mejores exponentes, entre quienes se encuentran las argentinas Leila Guerriero y Mariana Enríquez, así como la peruana Gabriela Wiener, todas autoras de las citas elogiosas impresas en la contraportada de la edición española del libro.

Un relato, emparentado con el cuento, por lo general es una breve narración ficticia que busca causar impacto —si le creemos a Julio Cortázar— o condensar la inmensidad del mundo en la brevedad —como diría Antón Chéjov—. Es importante hacer la diferencia entre lo ficticio y lo que no lo es para comprender que la obra de García Robayo se resume en su mirada sobre el mundo y la voz que usa para reproducirla. En un entorno literario como el español, tan obsesionado con la etiqueta de la autoficción, descubierta hace poco como si fuera el agua tibia, es loable el gesto de la editorial Tránsito de rescatar un género tan viejo como los viajes de Cristóbal Colón. Porque la autora colombiana también es una reconocida cuentista, como lo prueba el hecho de que Casa de las Américas premió en 2014 su libro de relatos Cosas peores. Y por algo no vertió sus reflexiones en forma de cuentos. Quería hablarnos desde su verdad. Por eso nos habla desde la relación con su padre, la maternidad, la niñez y los roles sociales, así como también desde el miedo y la maduración individual. Ha encontrado la voz de una mujer que tiene cosas que decir pero que también plantea su incomodidad frente a esa misma voz “femenina”. Y es cuando entra en este tipo de reflexiones cuando más interesante resultan sus pensamientos.

A ratos, García Robayo parece molesta con el feminismo. En “Residencia” pone en boca de una escritora estadounidense una abrasiva reflexión sobre el #MeToo, en la que las “chicas” (girls) apenas se están dando cuenta de que, como mujeres, siempre han estado marginalizadas y “ahora gritan como si todo el resto de la gente hubiera estado mudo antes”. Esa afirmación la aleja del momento en que vivimos.

“La confusión que me genera mi rol de madre (…) viene de la confusión que me genera mi rol de mujer”

Sin embargo, más adelante, aclara esta postura señalando su resistencia a ciertas “propuestas feministas que buscan lo que todas queremos, pero de formas que sobreexponen nuestra debilidad”. Se queja de que cada vez que una mujer es invitada a hablar deba hacerlo a partir de dos variables que son obvias: que es una mujer y que es una escritora, mientras que a los hombres se les convoca para hablar de la profesión: “Me irrita que me pongan en ese lugar porque me hace sentirme como un mono de circo que necesita una potente luz cenital para que lo vean hacer sus piruetas”.

De los mejores momentos del libro es cuando la autora residenciada en Argentina se dedica a desmontar la estructura social hispanoamericana. A ese constructo, ella lo identifica en términos geográficos como “trópico” —y que en la intimidad se refieren a su pasado o a su niñez— con eso designa al lugar que la cultura post-colonial de países como Colombia, Perú y Venezuela otorga a las mujeres: “Me crie entre mujeres/madres/esposas (…) que servían a sus hombres y cuidaban a sus hijos casi con la misma devoción (…) El sacrificio debía notarse, pero nunca padecerse ante los ojos del otro”.

“He llegado a la conclusión de que soy una mujer bastante convencional, pero incómoda con el hecho de serlo”

Desde la crianza familiar y desde su estar en la escritura, García Robayo pregunta, se pregunta, sobre el significado de las palabras en el mundo, de sus palabras, como mujer —aunque también como sujeto tropical y migrante cuya adultez transcurre en el cono sur— mientras intenta aprehender las realidades que atraviesan su cuerpo y su circunstancia: la condición de mujer, la escritura, la pareja, la maternidad, la niñez. La necesidad de poner orden en ese estado enmarañado que es la vida.

 

Michelle Roche Rodríguez (@michiroche) es narradora, periodista y crítica literaria. Es autora del libro de relatos Gente decente (Premio Francisco Ayala, 2017) y del ensayo Madre mía que estás en el mito (Sílex, 2016). Su página web es http://www.michellerocherodriguez.com

Tags:
0 shares

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *