Recorridos de la novela interior. Por los cien años de Miguel Delibes
El centenario de Miguel Delibes (Valldolid, 1920-2010) nos permite celebrar una vida y una literatura como ninguna otra. Desde La sombra del ciprés es alargada (1948) el mundo ha cambiado. También lo ha hecho la literatura. Las novelas se han transformado: han roto las barreras entre el ensayo y la narrativa, entre el relato y la reflexión; las temáticas han mutado hacia territorios disímiles, bellos aunque difíciles de vislumbrar como proyección para una sociedad necesitada, con urgencia, de ficciones.
Y allí, en medio de la locura mediática actual, está Miguel Delibes, novelista sincero, esperando suavemente a que le escuchemos. Siempre tendrá la palabra. No tardará en mordernos con su España llena de personajes, personas y animales; una España tan específica, tan universalmente localizada: de Delibes surge la España audaz, la rural, la ciega, la infantil, la pesimista, la consciente; la España que nadie más se atrevió a abordar hacia adentro.
Tuve la oportunidad de acceder a Delibes gracias a mi librero, un montevideano llamado Álvaro Silva. Mi petición le pareció bastante inusual: necesitaba comprar todas las novelas de Delibes que tuviera en su catálogo. No le pareció extraño que las solicitara todas sino que alguien precisara los libros de Miguel Delibes en este siglo. “Ya nadie lee a Delibes”, dijo: “ha ganado la novela negra”. Así, terminó entregándome solo dos libros: La sombra del ciprés es alargada y Cinco horas con Mario (1966). “Te gustarán”, dijo, “son novelas inolvidables. Es literatura de personajes”. Sin duda acertó en su definición.
La sombra del ciprés es alargada es una novela con todos los atributos de la palabra: es una historia de intensidades pesimistas, de ternuras acaloradas, profundamente realista y española, cronológica pero rítmica, matemáticamente calculada. Así debutó Delibes en la literatura, con una oscura novela interior. Pedro, el protagonista, aún resuena actual en sus reflexiones a pesar de que el mundo y el siglo hayan cambiado. Esto dice Pedro, ya adulto, sobre las ciudades: “Encontraba las casas de la ciudad excesivamente sombrías y tristes, con gran abundancia de espacio pero con escasa luz. Y yo deseaba una casa donde la naturaleza asomase constantemente su presencia, donde no estuviéramos separados de ella más que por una transparente barrera de cristales”. Las necesidades humanas no han cambiado; las ciudades, en su oscuridad, tampoco. Pedro lo demuestra en su relato. La sombra del ciprés es alargada es una novela profunda, potente en su misterio, sencilla en su trama mas nunca superficial en su abordaje.
Por su parte, Cinco horas con Mario entrega un experimento estilístico poco usual en la literatura en lengua española: usa el flujo de consciencia para definir la historia de un amor venenoso, el de Carmen y Mario. Carmen revive la vida junto a su esposo durante su velatorio, y le reprocha, sin perdonarle, cada segundo anterior. Carmen habla sola. Mario no escucha. Y entre ellos, retumba el silencio. Un silencio cruel, similar al que padecieron en vida. Pero Carmen y Mario no terminan allí. La narración es una excusa de Delibes para denunciar algo más profundo. La tensión entre los personajes es la misma de España, dividida en dos después de la guerra, quebrada en lo más hondo por la sangre derramada y los extremos ideológicos. Son los dos planos novelados por Delibes, el plano interior y el plano social, el de un país urgente de ser contado a través de sus personajes.
Estas dos novelas miran hacia adentro, pulsan un mundo invisible y realista. Son novelas interiores. Termino con esta escena de La sombra del ciprés es alargada: “Por aquel entonces el hijo de mi naviero me regaló una preciosa corbeta encerrada en una botella. Aparentemente aquello era una contradicción. El hombre se resistía a admitir que primero que la corbeta hubiera existido la botella. Era lo mismo que el camello bíblico atravesando el ojo de una aguja. Un imposible; una imposibilidad material, absoluta, pero cuya evidencia desconcertaba. Luego se abría paso la posibilidad de una obra de paciencia, de paciencia controlada férreamente. Aquella corbeta se había hecho dentro del recipiente igual que un hijo en las entrañas de la madre: por partes, paulatina, gradualmente. Admiré abrumado la paciente hazaña. Ahora, analizando la estructura de la pequeña naveta, se adivinaba bien que ningún pedazo era de tamaño superior a medio palillo de dientes. El todo había adquirido consistencia y armonía merced a una inquietud artística proveniente de fuera”.
Delibes nos demostrará siempre que la intimidad del ser humano es el más rico caudal de imaginación narrativa. Y que las novelas, como los barcos embotellados, son misterios de paciencias extrañas. Así que, como Delibes, miremos hacia adentro y escribamos pieza a pieza nuestro impresionante barco interior.
Jan Queretz (@janqueretz) es escritor y poeta venezolano. Lleva la columna “Literatura viva” en The Wynwood Times:https://www.thewynwoodtimes.com/literatura-viva/ Su página web es: www.janqueretz.com