Paula Vázquez: “Soy anfibia, dislocada, tengo un pie de cada lado del océano, voy y vengo”
Paula Vázquez nació en Buenos Aires en 1984 y es abogada y escritora. En 2019 fundó Lata Peinada, la primera librería de literatura latinoamericana de Barcelona. Ha escrito el libro de cuentos La suerte de las mujeres, (AñosLuz, 2017), premiado por el Fondo Nacional de las Artes en Argentina y las memorias Las estrellas, que publica la editorial Tránsito en España.
—En la novela Las Estrellas aparece una narradora protagonista que es Paula, una abogada argentina. Aun así, son sutiles las incorporaciones de tu vida como autora. ¿Cómo fue el trabajo con la autoficción en tu novela? Quiero decir si fue pensado que el yo de tu escritura quedara en un segundo plano en pos de fortalecer otros planos
—En general, suelo descubrir lo que quiero escribir y cómo lo quiero decir, desde qué posición y a través de qué herramientas, mientras escribo. Escribo para hacerme decir lo que de otro modo no soy capaz de decir. Así que no hubo una decisión previa de destacar o esmerilar mi aparición en el libro, es algo que se dio en el proceso de escritura, y creo que fue así por un requerimiento del propio texto: lo fragmentario y el tránsito entre géneros hace que no pueda haber un yo fuerte, hay capítulos enteros escritos en tercera persona, hay otros en los que no hay un lugar de enunciación claro.
—¿Cómo surge el título Las Estrellas?
—El texto tuvo muchos títulos durante el proceso de escritura, luego en la corrección y en la edición. Costó encontrar el título, y fue en resultado de un ida y vuelta con mi editor argentino, Francisco Garamona, que es un gran editor, poeta, músico, de todo. A mí me salían títulos más largos del estilo “La compulsión de las estrellas”, horrible, pero creo que quería dar una idea más amplia de lo que era el libro. Cuando Francisco me sugirió “Las estrellas” me gustó mucho, y hoy creo que es el título perfecto para el libro.
—La hibridez es una característica fundamental de la novela, cuestión que ya ha sido señalada en otras entrevistas. Me interesa reflexionar sobre la configuración de cada capítulo a la manera de cuentos. ¿Es así? ¿Ha prevalecido en la escritura tu faceta de cuentista e incluso la de poeta?
—Creo que ha prevalecido mi naturaleza, que es un poco híbrida o anfibia. Tengo varios oficios/trabajos, voy de uno al otro y hasta de continente en continente. Mi escritura creo que es un reflejo de esa característica anfibia, quizás de una incapacidad de decisión total: me interesa la poesía, como quiebre del lenguaje administrativo-instrumental, su capacidad de belleza, el género del relato me parece siempre el mayor desafío, admiro a los grandes cuentistas, así que quizás era un poco evidente que la composición de esta novela iba a resultar de la suma un poco cocoliche de todas esas partes de mi vida. Para citar a María Moreno: yo también soy un poco cartonera de mi propia escritura.
—Si bien la novela narra el vínculo hija-madre. Hay otros personajes que aparecen soslayados, sobre todo los masculinos como el padre y el hermano. ¿Qué te motivó a desaparecer esas voces del discurso de la novela?
—Tiene que ver con la configuración vincular en mi familia, donde las mujeres muy habitualmente nos hacemos cargo de gestionar asuntos como la enfermedad, los cuidados y en este caso, la muerte. No es nada que nos defina particularmente a nosotras, es bastante extendido en el rol femenino desde la configuración patriarcal. Creo que me parecía necesario que eso quedara claro en el libro.
—Escribir el viaje y escribir el duelo se cruzan en la novela. ¿Pensás en la escritura como fuga o como salvación? ¿O ambas?
—Encuentro muy potente pensar y escribir desde una perspectiva de extrañamiento, aún —o quizás, sobre todo— cuando trabajamos con material autobiográfico. El viaje nos lleva a un lugar donde todo nos es extraño, como dice Pavese, nada nos pertenece salvo las cosas esenciales: el sol, el mar, el viento. En el libro, el viaje es a la vez una herramienta y una metáfora de la búsqueda. Viajé a Sicilia para tener espacio y tiempo para escribir, y a la vez el propio viaje se configuró como artefacto literario. La escritura no hubiese sido possible sin lo que me dio ese viaje.
—Las Estrellas me recordó la lectura de Madre mía de Florencia del Campo. En las dos novelas se escribe el duelo de la madre, hay autoficción, entre otras cuestiones. Me interesa la mirada particular sobre el discurso médico, sobre la enfermedad y sobre la culpa. ¿Qué puedes decir al respecto?
—Leí la novela de Florencia unos días antes de encontrarnos en Madrid, este febrero. Ella me acompañó en la presentación de Las estrellas allá y creo que fue un gran acierto de [la editora de Tránsito] Sol Salama sugerir ese encuentro, porque su novela se toca en muchísimos puntos con la mía. La culpa es uno de esos puntos, que se proyecta en dos sentidos: primero, como un desfasaje entre lo que se espera del rol hija cuando una madre enferma, la compañía, el cuidado, cierto abandono o suspensión de la vida propia para ir hacia la madre. Esta medida de expectativa se teje un poco como reverso de pago de la madre que nos cuidó cuando éramos niñas. Sin embargo, muchas quizás no tuvimos una madre que podamos identificar con el “cuidado” que luego se nos exige. Por otra parte, se encuentra el lugar de la culpa que nace por continuar la vida durante el duelo, como si tuviésemos que pagar un precio por la supervivencia. Son discursos que causan mucho sufrimiento, y que no son fáciles de desarmar. En mi caso, quizás el viaje fue un modo de ponerme a resguardo de esa mirada de expectativa-obligación.
—La novela también es un relato de migración. ¿Te considerás una escritora migrante?
—Creo que tengo una escritura más itinerante que migrante. Soy anfibia, dislocada, tengo un pie de cada lado del océano, voy y vengo. Lo migrante implica un desarraigo que yo no puedo o no quiero, al menos por el momento, hacer.
Lorena Pacheco es licenciada en Letras de la Universidad Nacional del Comahue (Patagonia, Argentina) e investigadora sobre poéticas migrantes en el tránsito Latinoamérica y España.