raquel abend van dalen

En La beata de las locas, de Raquel Abend van Dalen busca al dios de la intimidad

El dios que aparece en el poemario más reciente de la venezolana Raquel Abend van Dalen está escrito con minúscula. Este detalle que en La beata de las locas puede pasar desapercibido es la espina dorsal de la lírica de su autora, muy bien representada por los poemarios Sobre las fábricas (2014) y Lengua mundana (2012) y también de su narrativa, género en el que ha publicado Cuarto azul (2017) y Andor (2013). De hecho, es inevitable pensar en Cuarto azul cuando se lee La beata de las locas. En la novela, la polaca Zofianka Kieslowski ha sobrevivido a las guerras del siglo XX y ha decidido tomar los hábitos cuando llega a la ciudad deNueva York. Luego, su vida cambia: pero eso es materia de la fábula, aquí nos interesa a lírica: su visión intimista del mundo se queda días después de la lectura ¿Es Kieslowski la misma “Madre de la reencarnación elegida” que aparece en el poemario?

Solo puedo asegurara que siente el mismo desarraigo, una sensación donde lo terrenal se convierte en hueco: no es de ninguna parte. Ni de Polonia ni de Venezuela. Tampoco de Estados Unidos, lugar en donde vive ahora Abend van Dalen. O sí, perdón, solo acusa un tipo de pertenencia: al género femenino. “La mujer dentro de la mujer/ hace hoyos, espacios para el dolor” es un verso de un poema sobre la maternidad que finaliza así: “de nuevo el peligro de nacer acelerado/ gimiendo en la cara de la mujer que te escondió/ del mundo hasta romper ese deseo de oscuridad”. Otro aspecto de lo femenino aparece en su aforismo “Gozamos de la fragilidad de ser extraviadas”. Nótese que usa el verbo “ser” y no “estar” al voz plural y en primera persona es la de un colectivo femenino incluso en su articulación del cuerpo. Así, la fragilidad y el goce se inscirben en el mismo cuerpo de mujer. Hay que decir que la autora tiene talento para el aforismo, como muestran en este otro aforismo: “El terror del mundo cruje en nuestros puños”.

En realidad, la extranjería es un tema recurrente en todos los libros de la autora. El sentimiento de despojo y el cosmopolitismo en tensión con lo nacional que, en un artículo para la revista Literal, Latin American Voices, la académica Gisela Kozak reconoce en sus obras anteriores —además del suicidio y la visión psicoanalítica, asuntos que no se han tomadoen cuenta para esta reseña— aparece también en este libro. Pienso que ese cosmopolitismo aparece en La beata de las locas, más bien, como una apuesta por la extranjería que, por otro lado, se vincula con la noción de desarraigo a la que Abend van Dalen se ha referido en varias entrevistas, incluida una hecha en 2015 por Colofón Revista Literaria.

 

Intimidad.

Un dios con minúscula es el demiurgo de lo cotidiano. La comprensión de que no es el diablo quien está en los detalles, sino lo más trascendente. Y un dios con minúsculas nos permite formularnos más problemas que soluciones.

El dios de Abend van Dalen no ha muerto, como el de Friedrich Nietzsche; existe, pero en un vacío. Ha sido destronado y, por eso, la bienaventuranza de la beata del poemario editado en 2019 por Entropía Ediciones construye una mística de conexión inefable con el universo terreno de la intimidad. Esa palabra, “intimidad”, establece el contrapunto con el vacío de la voz lírica. “La intimidad se revierte hasta aturdirnos/ ¿podemos llamarte beata?/ ¿qué dios estaría de acuerdo?/ todo erosiona/ se asemeja/ al pulso de reencarnación”, escribe.

Lo que demuestra La beata de las locas, como el resto de los poemarios de Aben van Dalen es que la poesía es le territorio de las preguntas. Esto es algo que sabemos desde tiempos de la antigua Grecia, pero que ahora cuando cualquier rima fácil se celebra con una multitud de likes, tendemos a olvidar. Por eso, al llegar al final del poemario, quien lee siente una sensación de gratitud con la autora. Ha hablado, de nuevo, de su incapacidad para encontrarse con el otro, pero nos ha hecho cuestionar las razones de nuestro propio aislamiento.

 

Michelle Roche Rodríguez es narradora, periodista y crítica literaria. Es autora de la novela Malasangre (Anagrama, 2020)del libro de relatos Gente decente (Premio Francisco Ayala, 2017) y del ensayo Madre mía que estás en el mito (Sílex, 2016). Su página web es http://www.michellerocherodriguez.com

 

El retrato que acompaña a esta reseña es de Violet Bule.

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