Samanta Schweblin: “En la escritura respira tu historia familiar y la de tu país”

Julio Cortázar llamaba “sacudida” al efecto que causa sobre el lector la presencia de algo extraño e inexplicable que desafía las leyes de la cotidianidad en la literatura. Y es justo sobre tales sacudidas que está fundamentada la breve obra de Samanta Schweblin, una de las voces más peculiares de la generación contemporánea de escritores argentinos.

A los 36 años de edad, la autora residenciada en Alemania cuenta con dos libros de cuentos y una novela, Distancia de recate, la misma que presentó en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara 2014. Editada en México por Almadía y en su país por Random House, esta novela corta interpreta a través de un encantamiento los sacrificios que una madre está dispuesta a soportar para salvar la vida de su hijo.

Lo fantástico que marca esta obra es el mismo de sus libros anteriores, El núcleo de disturbios (2002) y Pájaros en la boca (2009), y lo es el resultado de realizar una tenue hendidura en lo cotidiano que profundiza a fuerza de hundir allí el dedo de sus obsesiones. Contrario alo que muchos lectores pueden pensar, este género –al cual Schweblin prefiere añadir el apellido “rioplatense”– resulta de una intensa observación de la realidad y de la necesidad de encontrar la manera más coherente de señalar lo extraño que resulta, mirada fríamente, la cotidianidad.

¿Qué permite el fantástico que no permitan otros géneros?

– Pensar en lo normal y lo anormal como construcciones sociales. Para nuestras comunidades no es natural comer pájaros vivos, por ejemplo, pero en China los peces vivos son parte del menú. Así que nuestra dieta es una construcción social. Cuando uno crece en una determinada sociedad aprende a ver o no ciertas cosas. Son como las grímgolas que tienen los caballos para evitar que se distraigan con el tránsito y es difícil sacárselas. Por eso me interesa un fantástico particular dentro de la narrativa: la literatura fantástica rioplatense que no trabaja en lo fantasioso –es decir: en los monstruos, como los vampiros y los hombres lobo– sino que se mueve en el código de lo real y desde la cotidianidad tratar de abordar lo extraño, lo ominoso, lo anormal. Cuando dicen que escribo literatura fantástica entiendo que lo dicen porque el clima de mis cuentos es el de ese género, pero no estoy de acuerdo con la asociación.

«Cuando dicen que escribo literatura fantástica entiendo que lo dicen porque el clima de mis cuentos es el de ese género, pero no estoy de acuerdo con la asociación»

– A eso Freud llamaba lo unheimlich: aquello que es familiar y de pronto se tronca en algo que no lo es, causando terror.

– Sí. Lo fantástico es lo imposible de suceder y lo anormal puede que suceda, solo que no sería ordinario.

– Los autores que son el pilar de la tradición literaria argentina apelan en algún momento al género fantástico: Jorge Luis Borges, Bioy Casares y, por supuesto, a Julio Cortázar. ¿Qué hay en la cultura o la realidad argentina que hiciera necesario el registro literario que acabas de llamar “fantástico rioplatense”?

– Cualquier respuesta que de a esa pregunta no tendrá que ver tanto con la literatura fantástica argentina como con la literatura universal. A mi cuento “Matar un perro” se lo asocia con los métodos represivos de los gobiernos militares. Aunque jamás me senté a escribir pensando en eso, un cuento funciona como un espejo y cada sociedad refleja sobre este sus miedo, sus pecados y sus culpas. Creo que tampoco es justo decir ‘yo no quería decir eso’, porque en la escritura respira tu historia familiar y la de tu país. La escritura siempre es fragmentación y el pequeñito punto de vista del escritor y allí se escapan un montón de cosas que uno no está controlando.

– Hay un motivo recurrente en tus obras que entra en el gran tema de lo femenino: la maternidad. Tienes varios cuentos en el libro Pájaros en la boca y este es el tema sobre el que construiste Distancia de rescate. ¿Crees que hay algo que debes reivindicar a partir de allí?

– No creo que sea un discurso femenino asociado al mundo rosa, pero sí creo que es un mundo exclusivamente de la mujer.

– Claro, a eso me refiero: La experiencia de la maternidad es única de la mujer, como también lo es todo lo que está asociado socialmente a eso. A las jóvenes escritoras mujeres siempre le preguntan cuándo va a tener hijos, a los hombres no.

– Es verdad. Para mi, la maternidad es un gran tema. Le tengo respeto, y por eso le tengo miedo a tener hijos. Es muy seria esa decisión. Uno no puede tener un hijo porque tiene ganas, debe hacerlo cuando tiene ganas de dar algo. Además, pienso que todo lo bueno y lo malo de la vida es culpa de las madres. Pero qué suerte que sea de ellas y no de otra persona, porque cualquier tipo de educación te deforma. Y como es imposible educar a alguien sin deformarlo, qué bueno que lo haga alguien que te adore, como tu madre.

«La escritura siempre es fragmentación y el pequeñito punto de vista del escritor y allí se escapan un montón de cosas que uno no está controlando»

– A veces, eso que es formación para una generación es deformación para otra.

– Es un tema fascinante. Mi escritura tiene que ver con eso, pero a la vez me aterra porque ser madre es una responsabilidad enorme y siento cualquier cosa que uno haga puede salir mal.

– ¿El paso del cuento a la novela se te da fácil? ¿En qué género te es más fácil escribir?

– Cuando me puse a escribir esta novela no sentí que abandonaba un género para comenzar a escribir otro. Tenía una idea que estaba trabajando una obra que no funcionaba en forma de relato y a mi cabeza de cuentista le llevó un tiempo darse cuenta que el problema que tenía ese relato era que necesitaba 30 páginas más para ser contado. No podía hacerlo de otra manera. La historia me llevó a tomar la decisión de alargarla. No hubo una intención previa, sí que natural el pasaje de una a otra.

 

Michelle Roche Rodríguez es autora del  ensayo Madre mía que estás en el mito (Sílex, 2016). Su página web es http://www.michellerocherodriguez.com

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