En Solterona, Kate Bolick aboga por la construcción de la identidad de la mujer
Naces, creces, te casas. Este es, según Kate Bolick en su libro Solterona, la construcción de una vida propia, editado por Malpaso, el destino que la sociedad reserva a las mujeres a pesar de cien años de luchas feministas y del indudable cambio sociocultural que Occidente ha experimentado en ese tiempo. A las niñas se les sigue diciendo que si no se casan y tienen hijos se arrepentirán el resto de sus vidas.
Bolick practica un género en el que los autores norteamericanos destacan: un texto de no ficción construido casi como una novela, que mezcla recuerdos personales, el resumen biográfico de vidas ajenas, entrevistas y reflexiones propias del ensayo sociológico. En este tejido textual, la memoria, y la meditación sobre los recuerdos, ocupa un lugar destacado, y es natural que sea así, ya que la construcción de la vida propia a la que se refiere el subtítulo es, principalmente, la propia vida de la autora.
Aunque ocupa pocas páginas, el proceso de transformación personal de la madre es uno de los aspectos fundamentales del libro, ya que es el primer gran modelo de lo que Bolick quiere hacer con su vida y de lo que rechaza. A pesar de tener una familia que la hacía feliz, la madre se sentía frustrada por haber abandonado sus propias aspiraciones y “esa tensión ejerció una influencia enorme sobre la adulta en la que yo me convertí”, rememora la autora. A los 34 años su madre cambia de trabajo y comienza a ejercer de periodista freelance y líder comunitaria. Luego se enferma y muere relativamente joven. “Naces, creces, te casas. Retrasas tus ambiciones, crías a tu familia, el cáncer te golpea a la mitad de tu vida.” Ese es el amargo resumen que la autora hace de la vida de su madre. Y ese día comienza su vida adulta. ¿Es indispensable, entonces, que los padres mueran para que los hijos crezcan y se hagan adultos? Obviamente, no. Pero construir una vida propia, se hace hasta cierto punto al margen de la familia en la que se nace, parece implicar.
El recorrido vital de Kate Bolick (novios, amantes, trabajos mal pagados, mudanzas, insatisfacciones y logros creativos parciales) es una búsqueda permanente de la realización a través del trabajo y la independencia económica y emocional. En este tránsito es inevitable tropezarse con la soledad y asumirla como posible destino.
Cinco protagonistas femeninas de la cultura norteamericana, a quienes llama sus “despertadoras”, son las figuras que tutelan ese viaje de descubrimiento personal. La poeta Edna Milay, la articulista Maeve Brennan, la novelista Edith Wharton, la socióloga Charlotte Perkin Gilman y la dramaturga Neith Boyce: mujeres que no pusieron un hombre en el centro de sus vidas (y tampoco a otras mujeres, añadiría este comentarista). El asunto es no poner a nadie que no sea uno mismo allí.
La reconstrucción de las trayectorias vitales y las ideas de estas mujeres constituye un aspecto fascinante del libro. Individualistas, libres, poco convencionales, creativas, desafiantes, todas cuestionaron el papel tradicional que la sociedad les había reservado y se labraron destinos propios, aunque no siempre esos destinos fueran felices.
El caso de Maeve Brennan es emblemático y, para mi gusto, uno de los puntos culminantes del libro. Brennan tuvo una carrera brillante en el periodismo norteamericano; vivió sola hasta la mitad de los treinta y después se casó con un colega, se divorció; terminó viviendo en la calle luego de padecer durante varios años de una enfermedad mental. ¿Es ese el destino de las mujeres independientes y libres, la soledad extrema, la indigencia, convertirse en “la loca de los gatos”? Si no inevitable, al menos sí el más temido por las mujeres solteras, “la prueba viviente de lo que significa no ser amada”. Para Bolick, este temor perdurará mientras las mujeres consideren que conseguir el amor de un hombre es la forma suprema de validarse ante la sociedad.
Por descontado, (casi) nadie afirmaría hoy que las mujeres padecen algún tipo de inferioridad congénita y deben ser mantenidas en la dependencia económica y emocional, pero las políticas socioculturales continúan presionando para que las mujeres se definan principalmente como esposas y madres.
“Naces, creces, te casas. Retrasas tus ambiciones, crías a tu familia, el cáncer te golpea a la mitad de tu vida”
De sus “despertadoras” Kate Bolick aprendió que ser adultos es hacerse responsables de sí mismos, sin importar que se esté casado y con hijos o no. Por lo tanto, la pregunta para las mujeres no es si deben casarse o permanecer solteras, dilema que la autora define como “falsa dicotomía”, sino: “¿ya estamos preparados para que una mujer emprenda el largo camino de su vida como ser humano que tiene un sexo pero no está limitado a él?… Hasta que la respuesta sea un “sí” indiscutible, una niña no podrá crecer igual que un niño…”
Solterona no es un panfleto contra el matrimonio ni una defensa radical de la vida en soledad; sí nos recuerda que es preferible vivir sola que en una relación desafortunada; que si tienen un buen matrimonio las mujeres tienen que encontrar tiempo para sí mismas a pesar de las tensiones que se puedan crear; y finalmente que debemos aprender a estar solos de un modo “fructífero y revitalizador”, lo que es una muy buena recomendación para mujeres y hombres.
Rubi Guerra es narrador, editor, periodista y promotor cultural. Es fundador de la sala de arte y ensayo Ocho y Medio y asesor de la Casa Ramos Sucre en Cumaná, Venezuela. Ha publicado casi una decena de libros, entre los que se encuentra La tarea del testigo (Premio Rufino Blanco Fombona, 2007), Las formas del amor y otros cuentos (Premio Salvador Garmendia, 2010), El discreto enemigo, que editó en 2016 Madera Fina.