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Lo digo para ver, de Sophia de Mello: Cuando la poesía implica

La confianza que Sophia de Mello Breyner Andresen tenía en la literatura era a toda prueba y se fundamentaba en su convicción de que la poesía no explica; más bien, implica. No busca mostrar el mundo ni definirlo, sino que la gente se interese y participe del mismo. Una reciente antología de su obra lo prueba: lleva como título el verso Lo digo para ver, y se refiere a su manera de percibir el oficio de la escritura poética, en donde el acto de nombrar siempre apunta a la definición de lo real, con el objeto de que poeta y lector se comprometan con aquello nombrado.

“El artista, incluso el que se ubica más al margen de la convivencia, influirá necesariamente, a través de su obra, en la vida y el destino de los demás. Aunque el artista elija el aislamiento como mejor condición de su trabajo y creación, por el simple hecho de hacer una obra de rigor, de verdad y de conciencia, contribuirá a la formación de una conciencia común”, dijo la autora durante la entrega del Gran Premio de Poesía concedido a su Libro sexto por la Sociedad Portuguesa de Escritores, en 1964. El texto completo de su intervención se encuentra en la antología de escritos seleccionados y traducidos por Ángel Campos Pámpano. El libro es una magnífica forma de aproximarse al trabajo de la autora que este año conmemora centenario y que representa el lado ascético de la poesía portuguesa. Su literatura es un verdadero arte del ser; una forma de existir en el mundo y no solo de interpretarlo.

 

Poesía y resaca.

Sus poemas, por lo general, son breves y están construidos para que al final de la lectura quede una resaca de lo sagrado, fundamentada en la contundente presencia de lo real. La infancia aparece como lo que Álvaro Valverde llama una “reserva de creación inagotable” en el prefacio de Lo digo para ver y está en las imágenes recurrentes de la casa, el mar y el silencio. “Saber que tomas en ti mi vida/ Y que arrastras por la sombra de las paredes/ Mi alma que había sido prometida/ A las olas blancas y a las florestas verdes”, escribe con nostalgia del mar de su infancia De Mello en “Ciudad”.

La salida es ese lugar de la memoria, pero lo importante no es la finalidad sino la búsqueda, la elección de las palabras, no por su belleza, sino por eso que tienen de real, su compromiso con lo básico que arroja un esplendor incontrovertible en todo lo nombrado. La intensa búsqueda que emprendió la autora fallecida en 2004 desde el ascetismo tiene algo de épico, como un ligero eco homérico en el cual la serena mesura de los clásicos apunta hacia el esplendor constitutivo de las cosas. “Escribir el poema como un buey labra el campo/ Sin que tropiece en el metro el pensamiento/ Sin que nada sea reducido o exiliado/ Sin que nada separe al hombre de lo vivido”, dice en “Homero”.

Y he allí la esencia de la autora —la primera mujer que ganó el prestigioso Prémio Camões, en 1999— que captura la antología Lo digo para ver: el oficio no por la llegada a ninguna parte, sino por la necesidad perentoria de nombrar el universo y de esa manera formar parte de su esencia.

 

Michelle Roche Rodríguez (@michiroche) es narradora, periodista y crítica literaria. Es autora del libro de relatos Gente decente (Premio Francisco Ayala, 2017) y del ensayo Madre mía que estás en el mito (Sílex, 2016). Su página web es http://www.michellerocherodriguez.com

 

Galaxia Gutenberg publica la antología conmemorativa de Lo digo para ver en una edición al cuidado de Jordi Doce, con la colaboración del Festival de Poesía de Madrid y de la energética EDP.

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