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Sur, la novela inmensa de Antonio Soler que dura un día

La novela más reciente de Antonio Soler (Málaga, 1956) ha sido galardonada con el I Premio de Narrativa Juan Goytisolo de Alcobendas. El autor, que cuenta con distinciones como el Herralde de Novela en 1996 o el Premio de la Crítica en 1997 por Las bailarinas muertas, confiesa que se había olvidado de los premios hasta que decidió presentarse a la primera edición del concurso que homenajeaba a Goytisolo, uno de los autores que lo marcaron en su primera etapa como lector. Antes, su novela El camino de los ingleses, merecedora del Premio Nadal en 2004, fue llevada al cine por Antonio Banderas al año siguiente, en lo que sería su primera experiencia como director. El propio autor de la obra participó en el guión.

Decía Honoré de Balzac que “las buenas novelas son la historia privada de los países”. En este caso, Sur no sólo legitima la cita del escritor francés, sino que su autor ha sido aún más preciso, relatando la crónica de un día cualquiera de agosto en Málaga. Al fin y al cabo, la idiosincrasia de las ciudades vertebran un país, y Málaga representa en esta novela a una parte importante de la sociedad española actual. A propósito, la cita escogida por el autor que precede a la novela es un fragmento en prosa de Octavio Paz: “La ciudad, realidad inmensa y diaria que se resume en dos palabras: los otros”.

La ciudad y sus personajes.

Como hiciera Camilo José Cela en La Colmena, Soler ha construido una novela coral repleta de personajes raídos en lucha con su propia vida. Sur es la historia de unos individuos que a duras penas se mantienen en pie, más allá de las adversidades que se cruzan en su camino. Continúan el paso, a sabiendas de que probablemente les conduce a la deriva. Por ejemplo, la trama de Céspedes y Carole, dos de los personajes que podríamos incluir entre una docena de protagonistas, es la historia de una relación entre dos personas que se encuentran en la mitad del camino de la huida de sí mismos.

No es casual el guiño al escritor Luis Mateo Díez en la página 359, al que se refiere, en boca de uno de sus personajes, como “un escritor magnífico”. Soler comparte con el novelista la habilidad para crear personajes “con tal punto de patetismo que pueden resultar entrañables”, tal y como dijo el propio Mateo Díez en una entrevista para Colofón Revista Literaria. Además, existen analogías en el modo de abordar el sentido del humor, más áspero que negro. Ambos son propensos a crear situaciones divertidas, esperpénticas —es evidente la influencia de Ramón María del Valle Inclán—, como la de Belita, la esposa de Pedroche, que dona a la iglesia del barrio miles de euros y su patrimonio en joyas porque anda obsesionada con el cura. Y Pedroche, pobre, que trata de enmendar el disparate.

El humor, sin embargo, es más circunstancial en Sur, una novela que contiene pequeñas historias de gente mundana, por lo común desdichada. Las relaciones de pareja y sus infidelidades, la homosexualidad, la religión, el abuso de poder en el entorno laboral, las agresiones sexuales incestuosas o el machismo tiñen con un barniz amargo la convivencia entre la gente que aparece en esta pequeña gran historia. El relato de Sur acontece en un solo día pero se amplía por la dimensión literaria de cada una de las tramas.

La temperatura y el humor.

Soler no sólo es un maestro en la construcción de la psicología de los personajes, sobre los que profundiza y les atribuye reflexiones asombrosas que a menudo se exhiben en forma de monólogo interior. También demuestra su pericia a la hora de enmarcar a esos individuos y a su subconsciente en un entorno deliberadamente desasosegado. Desde la primera página, “el asfalto adormilado y caliente” o “los solares y las tapias que sólo guardan terrenos baldíos” anuncian un ambiente lúgubre.

Sur es una novela ambiental en la que la luz tenue y las altas temperaturas —propias de un agosto en Málaga— se convierten en personajes, no precisamente secundarios. El calor contribuye a que se perciba de manera más intensa esa angustia que arrastra cada uno de los personajes principales. Este acertado contexto, unido a la potencia visual de las escenas y los escenarios en los que acontecen, imprimen al relato un rasgo ligeramente hiperrealista. En un pasaje, el cuerpo de un hombre moribundo aparece cubierto de hormigas. Y junto a él, un cartel publicitario que anuncia colchones muestra a una pareja desnuda y feliz. Un contraste magnético que denota el estilo del autor, cercano al realismo sucio —numerosos personajes del lumpen—, pero con buenas ropas. El atuendo de la mejor literatura, la que busca la belleza en sus formas.

Soler hace gala de una escritura trepidante. Los relatos se superponen y una trama interrumpe a la otra. Pero el autor consigue, con admirable pulso narrativo, que el lector no advierta en esta técnica un obstáculo a la comprensión. Por si fuera poco, aparecen de un modo intermitente los monólogos de algunos personajes —reflexiones sobre el sentido de sus vidas— que pueden parecer, por momentos, inoportunos, aunque lo cierto es que destensan la trama, en lo que parece un juego de equilibros.

El lenguaje y la gente.

Por otro lado, Soler emplea una sintaxis basada en la omisión de elementos gramaticales (signos de puntuación, conectores) en pos del ritmo y la verosimilitud de los diálogos, insertados en la propia narración. Además, lo que el personaje piensa en mitad de una conversación aparece entrecomillado. Esta propuesta respecto al lenguaje pretende ser fiel a la jerga cotidiana, y consigue emular diálogos realistas. Del mismo modo, el estilo arrollador de su escritura se apoya en descripciones brillantes y exhaustivas para dar cuenta sobre el entorno, imprescindible en esta novela sobre el desamparo. En definitiva, es un riesgo que pocos autores son capaces de asumir.

Sur es una novela caleidoscópica en la que conviven distintas disciplinas: el diario, el género negro, el costumbrismo, la literatura quinqui… Pero sobre todo es una obra cruda, que se recrea en lo visual desagradable y no es condescendiente con el lector. Hay escenas de sexo explícito, narradas sin la menor ambición lujuriosa o erótica. Tampoco conmovedora. La novela de Soler es un espejo que enfrenta a una sociedad decadente y destapa las miserias del ser humano. Una de esas novelas que fascinan en el momento de la lectura y, al mismo tiempo, asalta la impaciencia de que acabe pronto. Porque duele. Es literatura descarnada, necesaria.

 

Jaime Cedillo (@JaimeCedilloMar) es periodista, músico y poeta. Colabora con El Cultural, publicación del diario El Mundo y con otros medios de comunicación. Se graduó en Periodismo y Comunicación Audiovisual por la Universidad Rey Juan Carlos I y cursó el Máster de Crítica y Comunicación Cultural de la Universidad de Alcalá de Henares.

 

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