En trece cuentos, La vida sumergida de Pilar Adón construye universos cerrados
Los personajes de La vida sumergida, la colección de relatos más reciente de la escritora madrileña Pilar Adón, tienen todos el mismo anhelo: fundirse con el paisaje, huir “de las debilidades y los prejuicios de la vida metropolitana”. Y las dificultades que afrontan se relacionan con la imposibilidad de lograr esa vida que supuestamente no tendrá complicaciones. Uno de ellos es María, que se ve obligada a compartir la casa familiar y un desagradable secreto con su enigmático hermano, Oscar. “Siempre había buscado una vida normal. Una vida centrada en la levedad de las cosas. (…) Sin agitaciones ni horarios. Dejándose llevar por los ritmos del hambre, la sed y el sueño”, piensa la protagonista de “Virtus”, donde se contraponen las conexiones entre la virtud y la pereza, hasta el punto de que la misma María termina peguntándose “¿qué era una vida normal?”.
Como título, La vida sumergida apunta a la sensación de aislamiento, soledad y encierro que se respira en cada uno de los trece cuentos, construidos todos dentro de ambientes cerrados, en el aspecto físico o en el psicológico, como es el caso de la claustrofóbica relación de pareja que agobia al narrador de “Las jaulas”, que debe ensayar una y otra vez “para el momento en que llegase una nueva separación, cuando el beso sería el último beso antes de una aventura que no compartirían”. En el resto de los relatos las imágenes del retraimiento son más tangibles, como la casa aristocrática que habita la “Dulce Desdémona” del cuento que cierra el libro, en donde una hija se confronta con su padre maltratador o la comunidad inspirada por el socialismo religioso a lo León Tolstoi de “Un mundo muy pequeño”.
«La piedra que parecía emerger espontáneamente de la tierra para dar forma a una mansión que podía mostrarse protectora y hospitalaria pero también, como en ese instante, disuasoria y opresiva»
«Dulce Desdémona», La vida sumergida
Pero esa sensación de aislamiento se trata de una impresión de clausura orgánica y densa parecida a la imagen del enorme vientre materno que propuse para describir la atmósfera del libo anterior de la autora, la novela publicada en 2015 también por Galaxia Gutenberg, Las efímeras. Ante la utopía roussoniana de las comunidades alejadas de las ciudades de estructuras de poder asfixiante, La vida sumergida propone una noción de humanidad y naturaleza donde se contiene un difuso pesimismo. Como si la esencia del ser racional pudiera desenterrarse de un lugar en el campo que aún no hubiéramos descubierto, Adón muestra gente que busca lo sencillo sin encontrarlo. Como Hilda, que “quería extraer del barro la explicación de su existencia”. Ella es la protagonista de “Pietas”, el relato que abre el libro. Su conflicto es que debe vivir con las consecuencias de pedirle a su amiga, Brígida, que haga por ella el mayor acto de amor posible. Hilda inaugura la búsqueda nunca satisfecha de los personajes del resto de los cuentos. Quiere “desentrañar el significado de cada estímulo para quedarse tranquila y poder regresar a sus actividades cotidianas. (…) Creyendo que tales explicaciones se encontrarían en la base de los montes, bajo las pilas de materia fusionada al azar. Creyendo que podrían desentrañarse con solo escarbar. Revolviendo bajo el abono de los cultivos. Bajo las semillas alojadas en las hileras de los huertos.” Esa búsqueda de Hilda y de todos los personajes de La vida sumergida es la misma que guía lo mejor del trabajo de la propia autora, Pilar Adón.
Michelle Roche Rodríguez (@michiroche) es narradora, periodista y crítica literaria. Es autora del libro de relatos Gente decente (Premio Francisco Ayala, 2017) y del ensayo Madre mía que estás en el mito (Sílex, 2016). Su página web es http://www.michellerocherodriguez.com