Despojos del matrimonio de Rachel Cusk: entre el dolor y el feminismo

Si no fuera por la voluntad de cifrar su experiencia personal a través del simbolismo de los griegos clásicos y su fidelidad “inquebrantable” al que llama “el principio feminista de la escritura autobiográfica, aunque duela”, Despojos de Rachel Cusk fuese otro libro más dedicado al lamento por una separación. La principal diferencia entre la obra de esta británica nacida en Canadá del aluvión de memorias sobre rupturas sentimentales que multiplica la moda de la autoficción es su cuestionamiento de ciertas soluciones que ha dado el feminismo a los roles de género dentro de las parejas heteronormativas. A esto se añade la reflexión sobre la imposibilidad de las sociedades modernas para ofrecer modelos alternativos a los roles tradicionales de género en el matrimonio.

“Mi marido y yo nos separamos recientemente y, en cuestión de unas semanas, la vida que habíamos construido juntos se desarmó, como un puzle convertido en un montón de piezas con los bordes recortados”. Así comienza la traducción que hace Catalina Martínez Muñoz de Despojos para Libros del Asteroide. Durante 10 años, Cusk estuvo casada con un hombre —a quien no nombra— y tuvo con él dos hijas. Con el objeto de equiparar las cargas en su matrimonio apostaron por vivir como “una pareja travestida”: él dejó su trabajo para cuidar a las niñas. En otras palabras, la pareja no equilibró la participación del hombre y la mujer en la vida de la familia; la intercambió.

 

La pareja y la comunidad.

Cusk no critica al matrimonio como institución ni al papel que dentro de este que la sociedad otorga a la mujer. “No identifico a esa autoridad como mi marido: la autoridad es el propio matrimonio y, en estos momentos de libertad, tengo la sensación de que a él le amedrenta tanto como a mí, casi llego a pensar que podría reclutarlo para que se sume a la fuga y reencontrarme con él allí, en el no-matrimonio, libres los dos”, explica.

Es refrescante la lucidez con que analiza el matrimonio: tomándose a sí misma como referencia sí, pero también insertando a esa institución como parte del todo que es la sociedad. “El matrimonio es un modo de manifestación. Absorbe el desorden y lo manifiesta como orden. Reúne cosas distintas y las convierte en una sola. Recibe caos, diversidad y confusión y los convierte en forma”, escribe. En esta cita, en donde añade profundidad a la imagen del puzle convertido en un montón de piezas que abre el libro, se encuentra cifrado el enorme sufrimiento que acompañó su ruptura y la profundización de su análisis sobre el papel que juega la comunidad en la articulación y desarticulación de las parejas —“el matrimonio es civilización, y ahora los bárbaros están retozando entre las ruinas”—.

«El matrimonio es un modo de manifestación. Absorbe el desorden y lo manifiesta como orden»

Para profundizar en su discurso sobre la comunidad, de la cual se alejan las parejas cuando están juntas, pero a la que vuelven cuando se separan, Cusk recurre a la mitología griega. En este gesto tiene lugar el más interesante hallazgo de sus reflexiones: que la “honradez”, la “violencia emocional” y el “desacato a los tabúes” de los griegos clásicos se limitan hoy a la metáfora terapéutica, al sillón del psicoanalista. A la hora de establecer los roles sociales, los modelos aún nos viene de la cultura judeo-cristiana. “Nos sentamos en una consulta exquisitamente neutra para habar de nuestro complejo de Electra; pero al final volvemos a casa, al pesebre y al niño sagrado, a los roles y las relaciones que construyen nuestro sentido más profundo de la realidad familiar, aunque en sí mismos no sean reales”, escribe refiriéndose a la identificación del rol materno con la Virgen María: “La realidad es nuestro conocimiento y nuestros deseos viscerales: la imagen está allí para controlarlos, y con ellos crea una realidad específica, extraña y parcial”. Y puesto que a ella como madre la había subyugado también esa imagen, las convenciones que implica también la castigaron: “me condenaron a la vergüenza eterna; al mismo tiempo, daba la sensación de que lo único que esta imagen podía enseñar —lo mismo que cualquier imagen era cómo parecerse más a sí misma”.

En Despojos, Cusk ofrece un diagnóstico de dos problemas recurrentes en la historia del feminismo: el rol de la mujer dentro de la pareja y los límites de la identidad femenina dentro del modelo materno. Y es en eso más que en el análisis de su separación donde la autora apunta hacia lo universal.

 

Michelle Roche Rodríguez (@michiroche) es narradora, periodista y crítica literaria. Es autora de la novela Malasangre (Anagrama, 2020), del libro de relatos Gente decente (Premio Francisco Ayala, 2017) y del ensayo Madre mía que estás en el mito (Sílex, 2016). Su página web es http://www.michellerocherodriguez.com

 

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