Un pit-stop para Faster, la última novela de Eduardo Berti

Eduardo Berti (Buenos Aires, 1964) tiene gafas de lector empedernido —o de culo de vaso— y los ojos entrecerrados. Mira a su interlocutor con las pestañas, como hacen los miopes sin gafas, y se dibuja en su rostro una expresión tierna y amable. El espectador deduce que proviene de una familia humilde porque tiene los dientes torcidos. No obstante, sonríe de vez en cuando, como hacen quienes no tienen miedo a ser como son, o más bien, no tienen miedo a ser quienes fueron. Su voz es clara y elegante, de “rockólogo”.

A lo largo de su trayectoria ha sido finalista del prestigioso premio Fémina en Francia y también del Herralde de Novela en España. Ha publicado en Tusquets y Anagrama y ahora, su novela Faster sale al mundo bajo el sello de una editorial independiente: Impedimenta. En una entrevista para el programa Página 2 en 2012, Berti aseguraba que prefería publicar con editoriales medianas por el alma que ponen en cada libro. No ha cambiado de parecer en este tiempo, y no es de extrañar. Mención especial merece la edición de la obra: el tacto de las páginas, la textura y la belleza de la portada, los detalles a color en los interiores del libro. En fin, un trabajo exquisito que avala la elección del autor por publicar en esta editorial madrileña. Cualquier escritor espera un destino así para su libro: convertirse en una joya.

Y no es de extrañar que la belleza de la edición coincida con la belleza argumental de la obra. En ella, un adulto cuyo nombre desconocemos, aunque por los datos biográficos de la narración sabemos que es el propio Berti, cuenta la historia de dos adolescentes que un día determinado fueron a entrevistar a Juan Manuel Fangio, una vieja gloria de la Fórmula 1, para su revista deportiva amateur. Estos adolescentes acabarán dedicándose al periodismo —en el caso de Fernán, nombre inventado para el otro protagonista— o a la literatura —como hacen el narrador y el escritor de la historia—. A medida que la entrevista de los chicos va avanzando y se van intercalando las preguntas y las respuestas, casi filosóficas, que entrañan una doble interpretación, superficial y profunda, también avanza la emotividad de los textos en los que el autor intercala recuerdos con experiencias actuales, pensamientos antiguos con nuevos, y observa la evolución de estos en su imaginación y en su vida, la pasada y la presente. Hay ideas muy logradas. Un ejemplo es la de recordarle al lector que en ocasiones sentimos de pequeños cómo va a ser nuestra vida de adultos, y es tan fuerte que da vértigo. Y así, a una velocidad vertiginosa transcurre el ritmo de la novela, el diario, las microficciones, la prosa. Faster significa “más rápido”, y así es la escritura que leemos.

 

La velocidad y la vida.

“Es más que un asunto de velocidad. La clave reside, ante todo, en el arte de elegir los momentos de lentitud y la menor lentitud para cada uno de ellos.”, llega a afirmar Fangio hablando de su estrategia como piloto y parece que sea una sentencia vital. El escritor va recordando, a medida que el texto avanza, la entrevista con Fangio, que entonces tenía una tienda de coches por su pasado de estrella. El adulto aceptó de buena gana la entrevista insustancial de unos jóvenes imberbes que nada tenían que ofrecer a su fama o economía, simplemente por el gusto de atenderlos. Y, años más tarde, esa pequeña acción repercutirá en la elección vital de dos adultos. El escritor se siente en deuda con aquel personaje, con el recuerdo de aquella tarde que lo cambiaría todo. Qué sería del mundo si no hubiera personas así, si no nos dieran todo sin esperar nada a cambio, se pregunta.

“El caballo lleva al jinete con vigor y rapidez, pero el jinete es quien conduce al caballo. El talento lleva al artista muy alto con vigor y rapidez, pero es el artista quien controla el talento. Lo podrían haber dicho, pienso, Fangio o George. Lo dijo Vasili Kandinski”

“Un libro sobre Fangio, un libro en torno a Fangio, debe escribirse deprisa, más deprisa que los demás, en su lentitud ideal, y para ello su autor debe volverse uno solo con el texto y con lo que desea contar.” Y así se escribe Faster, a acelerones, intercalando la voz de la narración con otra más filosófica que reflexiona en el veloz pasar de los años.

La amistad entre los dos protagonistas es otro de los puntos fuertes de la obra. A medida que se desarrolla la anécdota de la entrevista con Fangio, también se analiza el tema de la amistad entre los dos entrevistadores, en ese momento y a lo largo de los años. Ya de adultos, el libro es una excusa para escribirse, reencontrarse, reconciliarse y recordar los tiempos pasados. El autor-narrador juega con la realidad y la ficción, nunca sabemos qué es cierto y qué no, pero poco importa. Entre ambos personajes, Fernán y el narrador, existe una amistad forjada sobre Los Beatles, y de forma más concreta, sobre la figura de George Harrison, que ambos reconocen como el mejor de entre todos ellos. Esto revela la pasión con la cual los protagonistas los escuchaban: de los cuatro de Liverpool, no se quedan con los más famosos —Paul McCartney o John Lennon—, sino con Harrison y sus canciones. Eso también es escribir.

 

Ricardo Rodríguez Boceta (@rodriguezboceta) es profesor y músico. Colabora con las revistas Visor Literaria, Almiar y Otra parte, entre otras.

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