Gonzalo Maier hace un mínimo jaque mate en Otra novelita rusa

Lo más interesante de Otra novelita rusa, escrita por el narrador chileno Gonzalo Maier, es su forma deliciosa y sin complejos de contar la historia de un viaje a Rusia. Otra historia más de la necesidad de perderse en la multitud. La historia de un viaje que ocurrió a destiempo, muchos años después de cuando tenía que pasar; no durante los días de la gloria —si alguna vez la tuvo— de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, sino en el momento de su mengua, la década de los años noventa, cuando la gente del pueblo que durante siglos la propaganda comunista vendió como heroico empinaba “botellas de vodka y poco antes de volver a sus casas, las lanzaban contra las estatuas de Lenin”. La imagen etílica que Emanuel Moraga ve en la televisión durante un documental sobre ese lejanísimo país es el inicio de una peregrinación que lo lleva en una huida hacia adelante y el cumplimiento de un sueño que, en el fondo, no sabía que tenía: “Unos aplaudían, otros miraban con cara de reproche, y el asunto, visto de ese modo, era una metáfora humilde pero efectiva: la Unión Soviética vivía su última borrachera y cada uno hacía lo que podía”.

Y resulta que Moraga es viudo. Que es arquitecto. Y que trabajó para el gobierno chileno como funcionario. Cuando su esposa estaba viva y él todavía continuaba en el trabajo le metieron en la cabeza que podía ser tan útil en la erradicación del comunismo de Hispanoamérica —él que sólo sabía de edificios y sentía una pasión comedida por el ajedrez— como un soldado. “La guerra tenía caminos misteriosos e insondables y de repente el ajedrez se convirtió en el mejor pavimentado”, le dijeron. Y él se lo creyó. Pero la guerra se olvida también de muchos soldados. Por eso, décadas después del llamado a las armas, frente al televisor, sin su mujer, jubilado y recordando los tiempos en los que quería ser algo más que un hombre gris toma la decisión que le va a cambiar la vida… comenzar Otra novelita rusa

Uno de los valores de la prosa de Maier es su voz que lo separa y ofrece un contrapunto de la grisura del protagonista que crea. Esa voz lo lleva a describir a Chile como un “país largo y flaco como un meado callejero”. Lo soez de ese comentario es también una postura política que dibuja por contraste a Moraga y evita que el lector lo encuentre soso, un hombre sin una verdadera postura crítica ante la sección de la historia que le tocó vivir, un turista de la miseria que viaja al pasado en un presente cuando “Yeltsin intentaba funda un imperio basado en alcohol y capitalismo, [donde] resultaba fácil conseguir putas y ajedrecistas de todo tipo”.

«Resultaba fácil conseguir putas y ajedrecistas de todo tipo»

Y todo esto lo hace Maier en las escasas 93 páginas que publica la colección Micra de la editorial independiente catalana Minúscula. Se trata de una joya dentro de otra joya donde antes, en 2016, se imprimió otra obra diminuta de Maier, El libro de los bolsillos; un inventario personal y caprichoso de todas las cosas que caben dentro de los bolsillos. La misma vocación por autores de diversas nacionalidades de la editorial sostiene a esta colección, en la cual han aparecido obras de autores como el portugués José Luis Peixoto (Te me moriste, 2017), la italiana Dolores Prato (Quemaduras, 2017) y la polaca Aleksandra Lum (Los palimpsestos, 2015).

 

Michelle Roche Rodríguez (@michiroche) es narradora, periodista y crítica literaria. Es autora del libro de relatos Gente decente (Premio Francisco Ayala, 2017) y del ensayo Madre mía que estás en el mito (Sílex, 2016). Su página web es http://www.michellerocherodriguez.com

 

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