Marina Sanmartín: “A la gente le provoca morbo la muerte ajena”

“Nadie debería privarnos del as puerta abiertas.

Aunque den a habitaciones vacías.”

El jardín de los sospechosos (2018), Marina Sanmartín

Marina Sanmartín decidió ser escritora cuando leyó el libro El mar, el mar (1978) de Iris Murdoch. En aquella época era empleada en una agencia de publicidad como traductora al catalán de anuncios por palabra eróticos. La prosa de la autora irlandesa la cautivaba de tal manera que trabajaba con el libro sobre sus piernas, debajo del escritorio y entre palabra y palabra volvía a las obsesiones del egocéntrico dramaturgo anciano Charles Arrowby, que buscando la soledad se retira a un acantilado solo para que todos los personajes de su pasado vayan a visitarlo. Sanmartín había terminado la carera de periodismo pero sabía muy bien que el trabajo con la noticia no era lo suyo. Por eso construyó una genealogía literaria de muchas novelas entre las que destacan las escritas por las estadounidenses Patricia Highsmith, Shirley Jackson y las del argentino Ernesto Sábato. Se trata de autores que llevan con maestría el suspenso, pero no necesariamente de novelas policiales. Sin embargo, ese es el género por el que Sanmartín se decantó.

La escritora acaba de publicar su novela más reciente El jardín de los sospechosos, donde el fotógrafo Martín Guidú debe asistir a la “Jornada de padres” en Ítaca, el colegio para superdotados donde estudian los hijos de su hermano (apodado Anakin) quien está a punto de morir de cáncer. Al principio, todo parece fácil, si bien doloroso por la perspectiva del fallecimiento. Hasta que pasa la hora del recreo, cuando se descubre el cadáver de una niña muerta en el jardín de la escuela y Guidú, la maestra Natalia Holden y el policía Lorenzo Barriuso deben resolver el crimen.

El Jardín de los sospechosos es su cuarta novela policial de la valenciana nacida en 1977 y la primera de un trilogía en la que los mismos personajes se enfrentarán a diferentes enigmas y casos independientes. Ahora, Sanmartín se encuentra trabajando en la siguiente obra del grupo de la que aún no tiene título pero sí un personaje: Natalia Holden. Otras obras publicadas suyas son El informe de la víctima (2016), El amor que nos vuelve malvados (2014), La clave está en Turgueniev (2012).

 

—Gran parte de El jardín de los sospechosos se refiere al cáncer de Anakin y cómo la enfrentan el hermano y los hijos. ¿De qué manera la muerte por enfermedad (que ocurre al principio de la novela) sirve de metáfora al asesinato de la niña?

—Quería referirme a la diferencia entre el sentimiento de pérdida que provoca una muerte esperada, prevista y una imprevista y claramente injusta como la de Alicia Segura, asesinada durante la hora del recreo. Quería contraponer esas ambas sensaciones de “desvalimiento”. Cada lector llegará a sus conclusiones, pero creo que, en el fondo, es el mismo dolor. La profesión del protagonista me permitió explorar la diferencia entre la manera como afrontamos la muerte en el siglo XXI. Porque las nuevas tecnologías son una trampa: ahora cuando se muere alguien tú lo tienes a tu alrededor constantemente. Eso impide que te recuperes de la pérdida.

 

—El investigador. El policía. El detective. El periodista. He allí los grandes personajes de las ficciones contemporáneas. ¿Es el hermeneuta, aquel que se hace preguntas, el gran personaje de nuestro siglo?

—Eso no se me había ocurrido. Pero creo que hay otras razones por las cuales las novelas de detectives tienen éxito hoy. Lo importante es el papel del observador: aquel que puede salir de la situación para verla desde afuera.

 

—Antes se decía que la televisión había banalizado la violencia ¿Hoy podemos decir que las redes sociales hicieron que la gente perdiera sensibilidad a la muerte?

—No. Lo que pasa es que ahora asistimos de forma constante a la muerte y la vemos de una manera global. A la gente le provoca morbo la muerte ajena, no la del ser querido sino de quien no tiene que ver contigo. Es la fascinación de conocer la catástrofe en extraños, porque cada vez que sucede un hecho fortuito catastrófico como una muerte en extraños pensamos en que no nos ha pasado a nosotros. Y eso nos produce placer. El que lo niega es porque no se atreve a decirlo. Dominick Dunne, autor de Las dos señoras Grenville (1985) y Una temporada en el purgatorio(1993), comenzó a escribir novelas policíacas cuando asesinaron brutalmente a su hija, Dominique Dunne. Ella era una de las actrices de la película Poltergeist (1982). A veces, la forma de entender la forma de aceptar la muerte es incorporarlo a nuestra vida cotidiana: ver los sucesos en la televisión, verlos en las redes sociales. No es algo puntual sino atávico, que se va moldeando con el tiempo.

 

Michelle Roche Rodríguez (@michiroche) es narradora, periodista y crítica literaria. Es autora del libro de relatos Gente decente (Premio Francisco Ayala, 2017) y del ensayo Madre mía que estás en el mito (Sílex, 2016). Su página web es http://www.michellerocherodriguez.com

 

La foto que acompaña a esta entrevista es de Luis Gaspar.

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