Una historia personal del pan, según Predrag Matvejević
Del pan escribió Pablo Neruda: “[…] eres / acción del hombre, / milagro repetido, / voluntad de la vida”. Gabriela Mistral, evocando los sabores y las texturas de este alimento, se permite declarar: “Me parece nuevo o como no visto, / y otra cosa que él no me ha alimentado / pero volteando su miga, / sonámbula, / tacto y olor se me olvidaron”. El pan a la manera del arroz, del té o del vino, precisa de ser símbolo y cuerpo en la historia universal. No hay ser humano en la tierra que no haya probado una migaja de pan. Tan común y sagrado, como el respirar o el cantar, el pan ha madurado en la singladura de toda la especie. Entre la guerra, los días de fraternidad, las evocaciones divinas, la pobreza, el arte, la poesía. Entre los aposentos de los reyes y en las mesas desgastadas de los humildes, ha estado presente el pan. Marguerite Yourcenar, en Memorias de Adriano, pone en boca del emperador romano esta confesión: “Jamás mordí la miga de pan de los cuarteles sin maravillarme de que ese amasijo pesado y grosero pudiera transformase en sangre, en calor, acaso en valentía”.
Al intelectual y ensayista croata, Predrag Matvejević (1932-2017) le debemos este libro que discurre entre el ensayo, la historia y la poesía: Nuestro pan de cada día, editado por Acantilado. Sin abusar el rigor etimológico ni del recurso de escavar en las raíces la historia, nos invita a un viaje común y preciso: el pan como presencia nutricia y simbólica en todas las estaciones de la vida humana. Pasar la mirada por el relieve histórico de este alimento, supone observar la tradición peculiar que han transitado bebidas y derivados del trigo, del centeno y del maíz hasta las esferas más amplias de lo social. La religión, la filosofía griega, el arte de la agricultura, el viaje, la intimidad del hombre, todos encuentran se condensan en un punto: el pan.
“El pan es más antiguo que la escritura”, dice Matvejević. En las páginas de Nuestro pan de cada día intuimos ese origen del pan, no solo desde la fabricación, la amistad con el fuego, la reverencia del hambriento, sino desde la palabra misma. El pan ha sido palabra que ha tomado cuerpo. Esa bella y sonora sensación que produce el acercamiento a la etimología; ese paladear de la consonante y de la vocal, en este libro, incitan a una doble experiencia de lectura: el pan como elemento de la historia desde el punto de vista antropológico, y como degustación en la manera de ser nombrado en cada pueblo de la tierra, desde lo poético.
“El universo comienza con el pan”, lo dice Pitágoras. Matvejević no solo entreteje ese universo, sino que lo vivifica como experiencia, también como sueño y como realidad. El pan, en tanto se corporiza en el mundo de la vida, se hace camino, se hace necesidad. Esta escritura es una confesión de gratitud. El pasado familiar del autor croata se hermana con nuestra biografía personal en la tierra. Las líneas, impulsadas, acaso por un secreto alimento, por una fuerza cotidiana, modesta, intensa en su sabor, frágil en su textura, tiene un nombre: pan. En Egipto como en Arabia, una palabra lo resume todo, dish, que significa a la vez “pan” y “vida”. El pan es el cuerpo que personifica la vida.
Wilson Pérez Uribe (@WilsonP_U). Escribe poesía y ensayo. Algunos de sus poemas y ensayos han sido publicados en Colombia, España y México en revistas como La Tagua, Aurora Boreal, Suma Cultural, Otro Páramo, Periódico de poesía UNAM, Literariedad, Desván y Cronopio, periodismo cultural. Entre sus poemarios destacan El amor y la eterna sinfonía del mar (2011) y Movimientos (2018).