Sami Naïr: “No estamos metidos en una guerra de sexos, sino en una lucha contra la dominación del hombre sobre la mujer”
Sami Naïr conoció a Simone de Beauvoir en los años 80, cuando entró al consejo de redacción de Les Temps Modernes, pocos años después de doctorarse en filosofía política y en letras y ciencias humanas en La Sorbona. Hoy, además de ser filósofo y catedrático y de dictar conferencias por toda Europa es una de las voces más destacadas del progresismo en la región. Galaxia Gutenberg acaba de publicar su libro Acompañando a Simone de Beauvoir: Mujeres, hombres, igualdad.
Allí, el también autor de los títulos La cuestión Tunesina (2011) y Refugiados (2016) explora los ejes fundamentales de la visión que tenía Beauvoir sobre el mundo. “No es un libro de homenaje”, puntualiza Naïr: “allí desarrollo las discusiones que tuve con ella; es un intercambio intelectual, filosófico y político”. La noción sobre los efectos de la dominación que tenía esta figura nuclear del pensamiento feminista ha constituido para Naïr la piedra angular sobre la que construyó su filosofía. “Yo trabajaba sobre las formas de poder político, económico y social entre otras, pero ella me enseñó que esos eran problemas secundarios frente al de la dominación del hombre sobre mujer, que es el origen del resto de las formas de dominación en el mundo”, explica en una entrevista con Colofón Revista Literaria.
—Acompañando a Simone de Beauvoir aparece en una época cuando el movimiento feminista ha tomado renovada fuerza gracias a la aparente omnipresencia del #MeToo
—Beauvoir hubiera apoyado el movimiento, pero nunca hubiera apoyado una concepción feminista cuyo objetivo fuera la separación del hombre y la mujer. Pensaba que para emancipar a la mujer había que emancipar al hombre también, que el proyecto no era construir una sociedad de géneros diferentes y opuestos sino una sociedad que, en el sentido dialéctico, ambos géneros salen de la enajenación y de la dominación del hombre sobre la mujer. Quería construir una sociedad humana, era universalista y pensaba en el ser humano, sin ver su color ni religión. Era una pensadora moral que partía de una concepción universalista del humanismo, lo cual chocaría con los movimientos dentro del feminismo que buscaban la lucha entre los sexos. No estamos metidos en una guerra de sexos, sino en una lucha contra la dominación del hombres sobre la mujer. Hay que superar la sociedad masculina para llegar a una sociedad humana conformada por hombres y mujeres. Y eso no tiene que ver solo con las mujeres, sino con todo, con el idioma: reconstruir y civilizar para llegar a un resultado muy sencillo que es cambiar de mirada.
—Se ha hecho famoso por sus libros Y vendrán: Las migraciones en tiempos hostiles (2006) y La Europa mestiza. Inmigración, ciudadanía, codesarrollo (2010), en Acompañando a Simone de Beauvoir señala que a ella le debe su interés por el tema ¿Qué parte de su pensamiento le llevó estudiar los fenómenos migratorios?
—Ella lo planteaba en términos de indignidad, porque comprendía la dominación más allá de lo político, lo social y lo cultural. El planteamiento está en El segundo sexo. Allí se refiere a la indignidad de las mujeres y luego señaló que la discusión sobre la dignidad tenía que ampliarse a las capas marginadas. Es algo distinto a la tolerancia, que significa, en el fondo, una rearticulación de la intolerancia. Debemos entender que el otro es diferente y que tiene dignidad. De esa manera se interioriza la solidaridad humana.
—La crisis migratoria tiene su contra-cara en el nacionalismo, el cual se ha vuelto un arma arrojadiza de los populismos. ¿Por qué cree que la discusión se plantea entre esos dos términos?
—La nación es el lugar donde has nacido y es normal que a este te aten tus emociones, pero es demasiado llegar de allí a la conclusión de que mi nación es superior a otra y no debe acoger a nadie porque eso cambiaría su tejido. El nacionalismo es una cárcel mental y enferma. El populismo consiste en hacer de su propia procedencia, sea el pueblo o la nación algo superior o esencial frente al resto y en este sentido no me extraña que se haya desarrollado estos últimos años. Ahora hay que ver cómo funciona en cada país, un trabajo pedagógico que no se hace. El populismo apela al nacionalismo porque moviliza en situaciones de crisis. Desde 2008 estamos en crisis porque el capitalismo ni se ha recuperado ni quiso cambiar las reglas de la globalización, dejando al ultraliberalismo destrozar a los servicios públicos en nombre de la privatización. Así surgieron focos de desesperanza, que ha quitado a la gente el sentimiento de pertenencia al grupo y el respeto por el otro. Tan compleja situación no se puede explicar fácilmente y, justamente lo que hacen los populistas, no solo los de derecha, sino también los de izquierda, es ofrecer explicaciones fáciles.
—¿En la actualidad hay cabida para una revista como Les Temps Modernes?
—Les Temps Modernes apareció como respuesta a la radio y a la cultura oral donde no había la posibilidad de pensar, solo escuchar y reproducir. Leer es otra cosa: hace funcionar conceptos y partes del cerebro vinculadas con el espíritu crítico. Hoy, ese espíritu crítico es la principal víctima, porque para criticar hay que entrar en complejidades. Por eso ahora, más que nunca, los libros y las revistas son necesarios, que sean en formato digital o impresas da lo mismo.
Michelle Roche Rodríguez (@michiroche) es narradora, periodista y crítica literaria. Es autora del libro de relatos Gente decente (Premio Francisco Ayala, 2017) y del ensayo Madre mía que estás en el mito (Sílex, 2016). Su página web es http://www.michellerocherodriguez.com