Gisela Kozak Rovero: Unas palabras sobre “Siete sellos en el balcón: Crónicas de la Venezuela revolucionaria”

Recientemente, una amiga mexicana me comentó, lo incómoda que se sentía cuando sus parientes políticos venezolanos o sus amigos, hablaban de Venezuela con una mezcla de amargura y dureza, incompatible con su sentido nacionalista; para ella, México jamás se confundiría con su gobierno, ni con los horrores y desaciertos que se puedan haber cometido a lo largo de su historia. México es también su extraordinaria y diversa cultura, su potencia creativa y económica y el sentido de pertenencia y arraigo de sus habitantes.

La nación para los hombres y las mujeres de los últimos siglos en todos los continentes es parte raigal de su vida; no lo es menos para los venezolanos, en particular para la compiladora de estas crónicas en Siete sellos en el balcón: Crónicas de la Venezuela revolucionaria, sobre la tragedia de mi país. La idea de este libro no es que se olvide que Venezuela le dio al mundo un movimiento artístico como el cinetismo además de la música universal de Simón Díaz. Tampoco que fuimos tierra abierta a inmigrantes y perseguidos políticos de diversas latitudes que nos ayudaron a construir instituciones políticas, educativas y de salud que fueron ejemplo para otros países. O que la Universidad Central de Venezuela es Patrimonio de la Humanidad y su Aula Magna una de las cinco salas con mejor acústica en el mundo. Nuestros poetas Rafael Cadenas y Yolanda Pantin han hecho de la palabra ejemplo supremo de bien común. Científicos venezolanos graduados en nuestro país destacan, como es el caso de Rafael Reif, rector del Instituto Tecnológico de Massachusetts en Estados Unidos; Evelyn Millares, parte del personal de la NASA, y nuestro connacional Ricardo Haussman, considerado entre los economistas más influyentes del mundo. El Sistema de Orquestas Infantiles y Juveniles (así su fundador José Antonio Abreu, cuyos méritos nadie niega, lo haya puesto al servicio de la propaganda revolucionaria), es un modelo de gestión cultural digno de encomio que ha despertado admiración y respeto en todo el mundo, por no hablar de nuestros músicos como Gabriela Montero y tantos otros. Por último, un país son los afectos, la existencia personal, los amores vividos, nuestros muertos y recuerdos, su cultura popular plena de sabores, sonidos y aromas.

Foto de Christian Veron/REUTERS Una mujer recoge una bomba lacrimógena durante una protesta

No, no desprecio mi país ni pretendo que nadie lo haga. La sociedad venezolana está enferma de rentismo, como llamamos al convencimiento de que no es el trabajo duro sino el reparto del dinero proveniente de la venta de petróleo la solución de los problemas sociales, pero con la tragedia que hoy vive tal vez llegue la cura. La idea de este libro es dar a conocer una tragedia, es golpear –sí, golpear– la sensibilidad del lector de otros países de habla hispana que desconocen la dimensión íntima y personal que significa vivir en la revolución bolivariana. Hay suficientes reportajes, documentos y estudios que desmenuzan la debacle venezolana; el fin de esta compilación es, simplemente, mostrar el cuerpo sufriente de la gente de a pie. Cómo después de las crueles experiencias del socialismo real en el siglo XX todavía gente de buena voluntad puede simpatizar con causas tan destructivas como la revolución bolivariana demuestra que las deudas de la democracia son materia pendiente en todo el mundo. Pero ni la más apasionada defensa de la izquierda puede hacernos perder nuestra dimensión humana, nuestra empatía por el otro: estimado lector y lectora, olvide por un momento si el presidente de su país apoya o no al gobierno de Nicolás Maduro. Abandone las solidaridades automáticas: piense en el sufrimiento real de los venezolanos como si pensara en el de la gente de su país.

Siete sellos: Crónicas de la Venezuela revolucionaria tiene una inspiración apocalíptica deliberada. Soy atea pero la potencia literaria y simbólica del Apocalipsis de San Juan es una referencia con el suficiente peso para darle un marco explicativo fácilmente comprensible a este volumen para lectores promedio de distintas latitudes: el autoritarismo, el crimen, el hambre, la enfermedad, el martirio, la perversidad y la diáspora son los siete sellos que cual castigo divino socavan la Venezuela revolucionaria.

“Siete sellos: Crónicas de la Venezuela revolucionaria tiene una inspiración apocalíptica deliberada”

La selección de los autores y la fecha inicial de publicación de sus crónicas (últimos dos años por lo general) tuvo el deliberado fin de conferirle actualidad a la compilación pero también representatividad. De este modo, plumas internacionalmente premiadas como las del narrador Alberto Barrera Tyszka comparten espacio con periodistas jóvenes que han hurgado sin miedo en el contexto de una progresiva pérdida de espacio para el periodismo libre. Cronistas de fuste como el famoso escritor de telenovelas y poeta Leonardo Padrón están acompañados por cuentistas emergentes como Gabriel Payares y escritoras de indudable talento, pero todavía desconocidas como Aglaia Berlutti. Para todos y cada uno de los numerosos cronistas que participaron va mi agradecimiento. Esta compilación ha sido dolorosa pero aleccionadora y satisfactoria al contemplar la buena escritura y la altura ética de tantos de mis conciudadanos.

Despido este breve pórtico con una anécdota: Siete sellos: crónicas de la Venezuela revolucionaria se lo dedico a un niño de unos once años –está vestido con una camisa azul vieja, de botones y mangas largas, pulcra y planchada– que pedía comida en una pizzería; un hombre joven le espetó que él era opositor del gobierno y por lo tanto no le daba la gana de brindarle nada. El muchacho muy serio, con lágrimas de humillación que no saltaron, le contestó con voz serena, apenas audible:

– Gracias.

Luego salió de la pizzería sin mirar atrás. No voy a caer en el sentimentalismo de pensar que los problemas sociales se resuelven con limosnas que hacen sentir generoso a quien las da; tampoco ignoro la historia de descuido paterno que puede haber detrás de la mendicidad infantil. No se trata de apelar en este pórtico a la figura del niño víctima a lo Víctor Hugo o a lo Charles Dickens, escritores por demás respetables e influyentes. O, todavía peor, desgarrarme las vestiduras porque tales miserias ocurran en un país tan rico. No, lo que rescato es la dignidad que reflejó ese muchacho en su rostro serio. La dignidad es una de las razones de haber compilado este libro. Nos recuerda que el peor de los males morales que un poder con visos totalitarios es capaz de desatar es la crueldad cotidiana. Por ese maltratador que incomodó a su propia familia que lo acompañaba en la pizzería de mi anécdota, salvan la cara del país democrático los autores de Siete sellos: Crónicas de la Venezuela revolucionaria, negados a dejarse arrastrar por el mayor éxito de la revolución bolivariana en la mente de cada venezolano: el rencor y la desconfianza de todos contra todos.

 

Gisela Kozak Rovero (@giselakozak) es escritora y profesora de la Universidad Central de Venezuela. Además de consultora políticas culturales, diversidad cultural y democracia

 

El texto de Gisela Kozak Rovero reproducido aquí sirve de prólogo a Siete sellos: Crónicas de la Venezuela revolucionaria.

 

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